martes, 22 de septiembre de 2015

"Rosemary's Baby": Oxitocinas a la máxima expresión

Tras ver la peli y enterarme de que era una adaptación de una obra literaria de título homónimo y escrita por Ira Levin, me dediqué a leerla y haré una breve comparativa entre ambos registros artísticos. Aunque he de confesar que la balanza ha de ser necesariamente tramposa pues los lenguajes utilizados son radicalmente distintos.

El libro parece predestinado a película, pues contiene una descripción muy detallada de las escenas y situaciones, cosa que aprovecha Polanski para hacer un calco casi idéntico.

En cuanto a la construcción de personajes, los del papel son muy planitos, mientras que los de la pantalla aunque son igual de pobres, estos quedan ocultados por tener el cine más recursos expresivos (encuadres, música….)


El estilo narrativo del libro no es excesivamente bueno, aunque sí que logra crear una atmósfera opresiva. Nuevamente la película aportará un nuevo enriquecimiento en este aspecto gracias a unos recursos propios, como son la fotografía, la música y los movimientos de cámara.

Pero si hay algo en lo que la versión cinematográfica gana por goleada al libro es en la sutileza. La cinta está llena de ella, mientras que Ira Levin nos ofrece todo de manera evidente, sin dejar nada a nuestra imaginación. Pondré un ejemplo: al final del film, Polanski nos describe al bebé de Rosemary solo con una frase “tiene los ojos raros”, mientras la obra literaria nos dice “los ojos son de color amarillo, tiene garras muy diminutas y peludas, además luce cuernos y rabo incipientes”.

Por todo ello concluyo que Polanski, en un ejercicio de genialidad, ha logrado invertir, según mi opinión, lo cotidiano y ha conseguido elevar artísticamente un escrito mediocre, cuando lo que sucede normalmente es que las adaptaciones cinematográficas de la literatura quedan por lo general empequeñecidas por la obra escrita.

Y tras dar una visión que pretende ser objetiva, me sumergiré a continuación en lo que mis ojos han visto. A lo largo del film sabemos que la máxima ambición de Rosemary es ser madre, tal y como remarca el título original de la película: Rosemary´s Baby. Y cuando por fin queda encinta, pasará uno de los peores embarazos imaginables (dolores persistentes, delgadez extrema, debilidad generalizada…) pero todo lo sobrellevará por su ilusión de madre. Todo este estado es fruto de una conspiración satánica, pero hay algo con lo que ni el Demonio podrá. Tras albergar y dar a luz al hijo de Satán, la primera impresión de Rosemary, al ver a ese hijo fruto de la “semilla del diablo” es de pánico. Y qué ocurre en cuanto esa madre recién parida oye el llanto de ese Adrián? Pues lo que la naturaleza tiene preparado para que ningún hijo se quede sin los cuidados necesarios para su supervivencia, de un ser adulto que lo proteja. En Rosemary comienza a circular un ingente torrente de oxitocinas, la hormona del amor, que hace que vaya directamente a mecer a su bebé. Con lo que queda planteada la incógnita de cuál será la fuerza vencedora. Desde luego ambas son absolutistas y quedan muy bien enunciadas por el doble título del film. De un lado “el bebé de Rosemary”, la maternidad, y enfrentada a ella, “la semilla del diablo”, el mal que pretende usar un cuerpo humano como mero contenedor obviando la potencia de la Naturaleza y su evolución en la adaptación a la vida: la entrega incondicional de la madre a su hijo.

Teresa Pozo

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