martes, 29 de septiembre de 2015

"Chinatown": El perdedor, el ganador y las dos víctimas

La primera vez que vemos a la mujer del ingeniero, cuando le presenta una demanda judicial al investigador privado por haber destapado públicamente el affaire amoroso de su marido, su imagen es la de una mujer fría y segura de sí misma. Nada que ver con la Evelyn del final, huyendo sin destino y llena de tristeza. A lo largo de la película iremos comprendiendo las razones de esta evolución. Y una escena que nos anuncia este cambio es cuando habla de su padre con Jack Nicholson, las palabras le salen entrecortadas, enciende sin ser consciente un segundo cigarrillo…. Y cuando el investigador está tras la pista de John Huston, le advierte del grave peligro al que se enfrenta al relacionarse con él. Las cartas quedarán finalmente al descubierto cuando le confiese al detective lo que su padre hizo con ella cuando sólo tenía 15 años y las consecuencias de dicha relación: una hija-hermana.


Queda claro que es el padre el causante de este cambio, el hombre poderoso para el que no hay reglas y que a pesar de su edad y su gran riqueza ambiciona aún más. Pero no es más dinero lo que quiere, sino que lo que ansía es… el futuro. Él hombre, acostumbrado a conseguir todo lo que quiere, no se siente culpable por lo sucedido con su hija, incluso se justifica diciendo que la gente no se quiere dar cuenta de que en el momento y en el lugar justos, todo hombre es capaz de hacer cualquier cosa.

Y en medio de esta relación depredador-víctima quién se sitúa. Pues el eterno perdedor. El detective, que pese a su gran profesionalidad y a su honradez al trabajar en un caso por el que nadie, en un principio, le va a pagar, por el simple hecho de oler la gran podredumbre allí escondida, ante la que husmea con constancia y sin importarle los peligros con los que se va encontrando, volverá a encontrarse una vez más con su sino: Chinatown, repetido una y otra vez en la peli. No sabemos qué pasó allí, pero sí Polanski nos va desvelando poco a poco que fue una desgracia, que le retiró de la policía, que una mujer a la que quiso proteger murió, que tuvo que reiniciar su vida. Y todo eso es lo que precisamente, como si viviera en un bucle insalvable pese a su sagacidad y esfuerzo, es lo que acontecerá en el final de la peli, con la muerte de Evelyn, el triunfo del poderoso y la desprotección de la nueva víctima.

Y esto sí que es desangelado, pues si la primera víctima y el perdedor tenían tal condición, al menos eran luchadores e hicieron frente a su fatalidad. Sin embargo, la chica joven, es víctima inocente e ingenua de su sino. Simplemente se sabe perdida, pero no comprende su condición. Acaba de perder a su madre, sin saber que a la vez ha perdido a su hermana y que los brazos que ahora le acogen son los causantes de este atroz parentesco.


Final muy descorazonador, pero por el que Polanski luchó a brazo partido contra el equipo de producción que quería imponer un final feliz, cuando la vida no es más que lo finalmente vemos en la peli.

Añadido tras la puesta en común de las críticas

Un quinto personaje clamó por recuperar su lugar destacado en esta historia y recordó que él también había asumido el papel del detective. Sí, él quiso romper la desigual relación depredador-víctima, protegiendo al lado débil. Y las cualidades que aportó fueron otras distintas: poder, a diferencia del detective es él un hombre de triunfos, y honradez, en contraposición al padre, él entiende que el bien común no puede usarse para el beneficio privado, ni que el poderoso puede justificar los abusos de su poder. En fin que a la capacidad de actuar le suma una ética. ¡Maravilloso!.... pero el fracaso fue el mismo, o peor aún, pues nos quedamos sin él en los primeros minutos de la historia. Quizá por la experiencia negativa de Polanski en su vida… o simplemente por no quedarnos sin película, ya que la muerte del ingeniero será el desencadenante de toda la trama. Trama que nos llevará a constatar la gran Verdad Natural: el pez grande se come, siempre, al chico.

Teresa Pozo

viernes, 25 de septiembre de 2015

"Lampa" : El sueño de la razón produce monstruos ...seductores


En su corto "Lampa", Polanski rescata para el espectador contemporáneo un viejo taller de muñecas. La luz de una lámpara recorre paredes y estantes repletos de manos, brazos, cabezas inertes, fragmentos humanos por recomponer esperando las manos expertas del artesano.

Cuando cae la noche y el taller ha cerrado sus puertas, la luz de Polanski (su cámara) toma el relevo. El escenario es el mismo pero todo ha cambiado; lo real deja paso a lo inquietante, lo fantasmagórico, lo que nuestra mente se atreva a imaginar...esperamos expectantes que ocurra algo acorde con esa atmósfera extraña en la que hemos entrado, pero, como un hachazo certero, la cámara se detiene sobre el único elemento que desentona, los cables y mecanismos de la luz. En este punto se desencadena la tragedia, el fuego lo devora todo.


La luz eléctrica, que introdujo al hombre en la modernidad, disipa los monstruos de la imaginación y aniquila un modo de vida ancestral. Sólo queda el futuro, las modernas sociedades tecnificadas, obsesionadas con la velocidad y la productividad, día y noche bajo el foco de la lámpara para evitar caer en ensoñaciones.

Ignoro si a Polanski le gusta Goya, pero su "Lampa" me ha llevado a uno de los grabados más conocidos del artista: "El sueño de la razón produce monstruos". Representa la lucha de la razón contra la superstición y una de las ideas ilustradas que ha tenido más éxito: el uso de la razón conduce al hombre a un progreso indefinido, su sueño, produce monstruos. ¿Acaso Polanski reivindica la belleza de los monstruos de la superstición, la dignidad de otros mundos más sugerentes que se mueven al margen de la razón?

Aurora Mariño

"Chinatown": Un estado mental

Entre mediados de los 60 y mediados de los 80, a Roman Polanski, aparte de proyectos más personales (algunos de ellos disparatados), le dio por releer los grandes géneros cinematográficos desde su personal punto de vista, en un ejercicio que le dio grandes éxitos y también algún fracaso, como fue el caso de Pirates (Piratas, 1986). ¿Y cuál es su punto de vista? A esta difícil pregunta, responderíamos que el del hombre postmoderno por excelencia e incluso, diríamos, el del neurótico.

En este proceso de relectura se enmarca Chinatown, una película de la que, por cierto, hay que decir que existe una segunda parte, The Two Jakes, dirigida por el propio Jack Nicholson en 1990. Chinatown es un pastiche del ciclo negro con guion de Robert Towne, escritor que se había formado en la factoría Corman y que ganó un Oscar por esta película, pese a (o gracias a) que Polanski le cambió el final. Curiosamente, en esta historia de poder, corrupción y lujuria apenas aparece el barrio chino al que se refiere el título, que es más que una localización o un personaje es un estado mental que sobrevuela todo el film.


A pesar de trabajar sobre un guion ajeno, el director polaco se las arregla para introducir en la película varias de sus obsesiones (el poder y la pareja, ¿no son acaso las dos caras de la misma moneda?), lo cual lo revela como uno de los grandes, un autor con mayúsculas. En este sentido, al ver ahora en este taller de crítica varias de sus películas en orden cronológico, le pone a uno los pelos de punta comprobar que el final de esta cinta es prácticamente el mismo que el de “Repulsión”: el ogro incestuoso se queda con la niña inocente e indefensa (¿o no tanto?). Y si dijimos que en la película británica, el novio de la hermana de la protagonista era un trasunto del propio Polanski, aquí vemos que el personaje con el que el director se identifica no el detective que encarna Jack Nicholson, sino, de nuevo, el “malo de la película”, el personaje encarnado por John Huston (por cierto, que esta decisión de casting es ya, en sí, toda una declaración de intenciones que revela la decisión ya mencionada de homenajear al género negro).

Así que no nos queda más remedio que, como hicimos en el caso de Repulsión, hacer un paralelismo entre el film y la propia vida del director, que se ha hecho más famoso por motivos extracinematográficos que por su cine y, muy en concreto, por su polémica faceta de perversor de menores, que le ha llevado a estar entre rejas en varias ocasiones. De nuevo se nos plantea la misma pregunta: ¿de qué lado está Polanski? Y, otra vez, la respuesta es la misma: en un principio parece que el autor está del lado de las mujeres, pero en un análisis más profundo y psicoanalítico, da la sensación de que en realidad es al contrario, pues la mujer no es tan inocente y el hombre en realidad se limita a ser el depredador en que su biología lo ha convertido. Por supuesto, que esta lectura psicoanalítica y de género no niega la perfección de la obra cinematográfica, tanto en términos de diálogo, de ritmo, de puesta en escena... que, sin duda, hacen de esta una de las cúlmenes de la obra del cineasta polaco.

Jesús de la Vega

martes, 22 de septiembre de 2015

"Rosemary's Baby": Oxitocinas a la máxima expresión

Tras ver la peli y enterarme de que era una adaptación de una obra literaria de título homónimo y escrita por Ira Levin, me dediqué a leerla y haré una breve comparativa entre ambos registros artísticos. Aunque he de confesar que la balanza ha de ser necesariamente tramposa pues los lenguajes utilizados son radicalmente distintos.

El libro parece predestinado a película, pues contiene una descripción muy detallada de las escenas y situaciones, cosa que aprovecha Polanski para hacer un calco casi idéntico.

En cuanto a la construcción de personajes, los del papel son muy planitos, mientras que los de la pantalla aunque son igual de pobres, estos quedan ocultados por tener el cine más recursos expresivos (encuadres, música….)


El estilo narrativo del libro no es excesivamente bueno, aunque sí que logra crear una atmósfera opresiva. Nuevamente la película aportará un nuevo enriquecimiento en este aspecto gracias a unos recursos propios, como son la fotografía, la música y los movimientos de cámara.

Pero si hay algo en lo que la versión cinematográfica gana por goleada al libro es en la sutileza. La cinta está llena de ella, mientras que Ira Levin nos ofrece todo de manera evidente, sin dejar nada a nuestra imaginación. Pondré un ejemplo: al final del film, Polanski nos describe al bebé de Rosemary solo con una frase “tiene los ojos raros”, mientras la obra literaria nos dice “los ojos son de color amarillo, tiene garras muy diminutas y peludas, además luce cuernos y rabo incipientes”.

Por todo ello concluyo que Polanski, en un ejercicio de genialidad, ha logrado invertir, según mi opinión, lo cotidiano y ha conseguido elevar artísticamente un escrito mediocre, cuando lo que sucede normalmente es que las adaptaciones cinematográficas de la literatura quedan por lo general empequeñecidas por la obra escrita.

Y tras dar una visión que pretende ser objetiva, me sumergiré a continuación en lo que mis ojos han visto. A lo largo del film sabemos que la máxima ambición de Rosemary es ser madre, tal y como remarca el título original de la película: Rosemary´s Baby. Y cuando por fin queda encinta, pasará uno de los peores embarazos imaginables (dolores persistentes, delgadez extrema, debilidad generalizada…) pero todo lo sobrellevará por su ilusión de madre. Todo este estado es fruto de una conspiración satánica, pero hay algo con lo que ni el Demonio podrá. Tras albergar y dar a luz al hijo de Satán, la primera impresión de Rosemary, al ver a ese hijo fruto de la “semilla del diablo” es de pánico. Y qué ocurre en cuanto esa madre recién parida oye el llanto de ese Adrián? Pues lo que la naturaleza tiene preparado para que ningún hijo se quede sin los cuidados necesarios para su supervivencia, de un ser adulto que lo proteja. En Rosemary comienza a circular un ingente torrente de oxitocinas, la hormona del amor, que hace que vaya directamente a mecer a su bebé. Con lo que queda planteada la incógnita de cuál será la fuerza vencedora. Desde luego ambas son absolutistas y quedan muy bien enunciadas por el doble título del film. De un lado “el bebé de Rosemary”, la maternidad, y enfrentada a ella, “la semilla del diablo”, el mal que pretende usar un cuerpo humano como mero contenedor obviando la potencia de la Naturaleza y su evolución en la adaptación a la vida: la entrega incondicional de la madre a su hijo.

Teresa Pozo

Crítica de "Rosemary's Baby"

La semilla del diablo es una película de terror, dirigida por Roman Polanski y basada en la novela de Ira Levin por la que Polanski consigue una candidatura al Oscar por el mejor guion adaptado.


La película cuenta la historia de una mujer que esta casada con un actor, que se mudan a un nuevo apartamento. Ella desea tener un bebe, después de que a su marido le den el papel en una obra, por que el protagonista se queda ciego, deciden tener el bebe. Planean la fecha para tener el hijo tan deseado, pero esa noche ella se desmaya y tiene un sueño muy extraño en el que se encuentra tumbada en una habitación con gente a su alrededor desnuda que canta, donde también estaban algunos de sus vecinos, como Roman y Minnie, entonces el monstruo “Satanás”, la viola. Cuando ella despierta el le dice que le ha hecho el amor, porque habían programarlo hacerlo ese día, y ella queda desconcertada, al igual que el espectador.

Lo que más me fascina de Polanski es como consigue tenerme en incertidumbre tanto tiempo, dándote libertad para imaginar, casi cualquier cosa, si obviamos el título, que te hace sacar conclusiones antes de tiempo, pero aun así te hace dudar, de que será lo que realmente está sucediendo, quien es realmente el malo y el bueno. Roman y Minnie, los ancianos parecen en toda la película como dos ángeles, caídos del cielo, que solamente quisieran ayudar a Rosemary, que anhelaban cuidar de una hija que nunca hubieran tenido. Dentro de toda esa dulzura también tenían algo psicótico, sobretodo Minnie, que es el personaje que más me gusta, su exceso de amabilidad y al mismo tiempo, no se exactamente que era si sus expresiones su mirada o esa nana angustiante, que ponen de fondo, hacen que sospeches, que estés en alerta, durante toda la película. 

Al principio me pareció lenta la película, pero poco a poco te va envolviendo en esa aura maléfica, cuando ella empieza a notar esos cambios extraños, en su cuerpo, y eso en cierta manera ocurre de una manera tan real, y tan poco extraordinaria que hace que consigas entenderla y ponerte en su piel, es una película que tiene mucha tensión, y los  primeros planos de la cámara hacen que podamos sentir la angustia que está pasando, y la música es la esencia para crear el terror.

Lluna Issa Casterà

lunes, 21 de septiembre de 2015

Críticas de "Ángeles caídos" y "Repulsión"

Sostuve todos mis extravíos con razonamientos. No dudé, vencí, supe arrancar de raíz, supe destruir en mi corazón todo lo que podía estorbar a mis placeres (El  Marqués)

Cuando me siento a ver a Polanski (el de verdad) siento ver ARTE, que no es ni más ni menos que el conocimiento que se adquiere después de horas disfrutando de ver y contar, sin ninguna pretensión más que poder ver e identificar todas sus influencias, pasiones, depravaciones y demás experiencias que compartimos todos, pero que unos pueden contarlas y ser vistos con mayúsculas y otros no, puesto que serían delincuentes.

Ángeles caídos

Aquí se pueden ver las obsesiones del autor a flor de piel... En la señora se ve reflejada Polonia, siempre derrotada, siempre invadida, con una aristocracia aburguesada que desborda nacionalismo (perdedor) y como a través de ese urinario desde su música de goteos acuíferos de esos rostros insignificantes e indiferentes a cualquier situación solo tienen la misión de cumplir con sus muchas obligaciones y pocos derechos. Por otra parte, también se ve su catolicismo opresor, que hace que cualquiera quiera saltarse sus normas.


Repulsión

Desde la butaca de espectador me gusta hasta el título, pasaría a la sala y me sentaría en el medio del pasillo. Vería un Londres que es Paddington, pero aún no conocido. También vería a Catherine (que todavía no se había operado y se parecía bastante a Teresa Gimera y a su hermana, modelo de Vidal Sassoon, más atractiva que ella). Siendo además de espectador, lector, me viene a la memoria Justine y los infortunios de la virtud. También me sorprendería la música de Chico Hamilton, un asiduo arreglista y músico de los clubs del Londres de la época, y la orquesta de Szabo.

Y ahora tocaría hablar del expresionismo alemán de Dreyer, de por qué Orson aprende de todos estos, de los rusos, del lenguaje sensacionalista shakespeariano y de muchas cosas más que Roman (y digo Roman por la familiaridad que estoy cogiendo con él) como reprimido católico por obligación, pequeño e indefenso, aprendió y muy bien, puesto que gracias a su talento y su dinero sigue haciendo lo que quiere.


El Germen Residual

domingo, 20 de septiembre de 2015

"Repulsión": Roman Polanski y las mujeres que no hacen su destino

La protagonista de Repulsión nunca cantará con Alaska aquello de:
 
"Sin dudar, iré a buscar,
quiero encontrar, sí, 
un hombre de verdad. “

El motivo no es que Carol sea belga y viva en Londres. La razón es que huye de los hombres. Siente invadido su espacio personal por los que la rodean (los que  encuentra en la calle, el novio de su hermana, su casero …) y se siente amenazada por ellos (curioso que nunca intente acabar con su vecina fisgona). La intimida incluso su primo enamorado, hasta el punto de que cuando él le declara su amor, reacciona al instante golpeándole hasta la muerte.

Sin embargo sus problemas no terminan con el asesinato de los hombres que la atemorizan. Carol rechaza visceralmente todo lo que tenga que ver con su sexualidad. Se niega el permiso para indagar y experimentarla. Huyendo de ella huye de sí misma y cuando se queda sola durante días en su casa, estallan las grietas durante tanto tiempo camufladas: su mente termina de resquebrajarse como ese conejo en descomposición que la acompaña, fuera ya de la nevera.

En esta elegante y perturbadora película en blanco y negro de Polanski vemos a Carol siempre iluminada por una luz muy blanca,  tan fría como su castidad, tan gélida como su cuerpo inerte.


El comportamiento del personaje interpretado por Catherine Deneuve es solo un poco distinto a los del resto de las protagonistas de Repulsión (1965). Y también al de varios de los personajes femeninos de Polanski que recuerdo en este momento (Ángeles caídos, El cuchillo en el agua, Chinatown, El escritor…). Esos personajes no hacen su destino, lo delegan en los hombres con los que se emparejan y comparten un mismo horizonte: cazar a su hombre y no perderlo.

En “Repulsión” la hermana de Carol tiene a su hombre aunque él esté casado con otra mujer. Su esposa tiene un marido (el amante de la hermana de Carol) y se aferra a él como a una presa. La compañera de trabajo de Carol tiene a su novio. Ese del que piensa que es “un cerdo” (“creí que éste era diferente”) pero con el que se reconcilia dos días más tarde. Carol Ledoux no es sin embargo una mujer dominada por la seducción; no se permite serlo. Sin embargo tampoco hace su destino puesto que el rechazo de su sexualidad la lleva a perder el juicio y solo el delirio termina haciéndose cargo de él.

Una vez más queda claro que a Polanski no le gustan demasiado las mujeres que toman sus propias decisiones. No lo entiendo, la verdad. Reading is sexy and... deciding also, no doubt. Pero, claro, al menos en esta época a Polanski le tentaban más las adolescentes, esas mujeres sin destino y de comportamiento hormonal  que no suelen tomar decisiones...

(5 sept 2015)


Socióloga Nómada

viernes, 18 de septiembre de 2015

Crítica de "Rosemary's Baby": Nos controlan

El ya canónico ensayo de David Skal Monster Show muestra cómo los mitos del cine de terror provienen de los grandes miedos del ser humano del siglo XX (mutilaciones debidas a las guerras mundiales, la bomba atómica...). Según el libro, gran parte del cine de terror de los 60 y 70 nace del miedo de los acomodados habitantes del Primer Mundo ante el compromiso de traer un crío a este atribulado planeta. Sin duda, La semilla del diablo (como se dio en denominar la película en España en un ejercicio de título-spoiler sin parangón) se enmarcaría en esa corriente, que se hace todavía más estremecedora si se tiene en cuenta el modo en el que murieron, en la realidad, la esposa del director y su hijo nonato pocos años después de esta película.



En esta cinta aparece con más presencia un tema que ya era apuntado en Repulsion: la sutil línea que separa la paranoia de la manipulación que uno sufre por parte de los otros. O, dicho de otra manera, la lucha entre el individuo, que quiere actuar autónomamente, y su entorno, que le obliga a hacer lo que la sociedad ha establecido previamente. Esta idea, plenamente desarrollada en la literatura de Franz Kafka, también será el tema principal de una de las mejores cintas del director polaco: El quimérico inquilino. En este sentido, el personaje encarnado por Mia Farrow se enfrenta a un enmascarado control por parte de su marido, médico y vecinos, que en realidad dominan su vida, pero el espectador posiblemente no será consciente de ello hasta el final de la cinta. En resumidas cuentas, Polanski está diciendo que el control del individuo por parte de la sociedad es a veces muy sutil y está disfrazado.

Reseña aparte merece el personaje de Guy Woodehouse, interpretado magníficamente por John Cassavetes, el padre putativo del nuevo Satanás, el San José diabólico, un pelele que permite que otro engendre un hijo con su mujer a cambio que su de momento floja carrera actoral despegue. Cassavetes está genial en este papel, se muestra como un pobre hombre que en todo momento hace lo que sus vecinos esperan de él e incluso cuando Rosemary descubre la verdadera identidad de Roman reconoce que sí es el hijo de un brujo pero le dice que se cambió de nombre para no ser asociado con su padre.

¿Pero qué nos marca realmente de la película? La secuencia final en la que el personaje de Mia Farrow acuna al niño. Esto nos habla del amor incondicional de una madre por su criatura: un hijo podrá ser lo peor pero su madre siempre estará ahí y esto es lo que realmente nos pone los pelos de punta.


Jesús de la Vega

miércoles, 16 de septiembre de 2015

De "Ángeles caídos" a "Repulsión"

En el cortometraje Ángeles caídos Polanski nos narra la historia de una anciana que, desde su trabajo cuidando unos urinarios masculinos, recuerda su juventud y una vida llena de pérdidas. Para el presente el director utiliza un blanco y negro con gran contraste, lleno de claroscuros, una iluminación que ya nos delata a un cineasta brillante. También llama la atención la ausencia del diálogo, dejando que sean las imágenes y los sonidos los que hablen y creen la atmósfera. Utiliza el color al referirse al pasado, evocando la época luminosa de la juventud en contraposición con un presente gris.

En este corto podemos ver el contraste entre la la belleza y juventud de la protagonista hace años y su realidad de vejez y miseria actual. El filme Repulsión también nos narra un proceso donde la protagonista, igualmente joven, rubia y de gran hermosura, va siendo invadida por una enfermedad que se desarrolla en su interior. La maestría del director es mostrarnos en imágenes el acoso del delirio mental, la podredumbre que va apoderándose de la protagonista poco a poco.

¿Cómo puede una joven como Carol encerrar tanta repulsión? Se nos muestra la belleza como el envoltorio de una mente enferma. Enfermedad que va filtrándose en la realidad a través de la carne muerta, de las pequeñas repulsiones diarias y de esas grietas que son símbolo de una mente que se resquebraja.

El cineasta, al igual que en el corto, continúa fiel al blanco y negro, a los interiores claustrofóbicos y los sonidos repetitivos, agobiantes, ecos de una realidad exterior.

Imposible no pensar en Hitchcock, en sus evocaciones surrealistas reflejo de la psique, sus espirales y escaleras. Imposible no ver en esa rubia que acuchilla a un hombre el reverso perverso y transgresor de la famosa escena de Psicosis. Imposible relajarse en una película que mantiene al espectador en tensión, con un uso escaso del diálogo, que, en un ejercicio de puro cine, consigue contar en imágenes el viaje hacia la locura.

María de la Cruz

martes, 15 de septiembre de 2015

Crítica de "Repulsión": Atrapada

Nada más comenzar los títulos de crédito, Polanski ya nos manda señales: unos enormes ojos verdes, los mismos que aparecen en el último plano de la película, los de una niña rubia en una foto de familia. Ojos cargados de odio, clavados en la figura del padre.


En todo la cinta iremos acompañando a Carol de un modo totalmente subjetivo: primero la veremos en su trabajo de estheticienne, en el que ya empieza a dar las primeras muestras de su deterioro: esa mirada en el infinito que le hace evadirse de todo, ese paseo por las calles de Londres con un mutismo absoluto.Y en el hogar recibiremos más información de Carol: el encuentro en el baño de una maquinilla de afeitar provoca un estado de inquietud y asco. Esta navaja  aparecerá  en varios momentos del film, en una de las ocasiones junto a un conejo muerto y al final, cómo no, será usada por la protagonista en lo que no podía evitar.

Otros símbolos de corte surrealista  aparecerán en el film, elementos que nos muestran ese viaje a la locura: grietas en la pared, patatas enraizadas, imagen distorsionada de Carol en la tetera...

Este proceso siniestro se dispara cuando la hermana-madre la deja sola. Es en este momento en el que Carol se recluye en su casa  y aquí, en un ambiente claustrofóbico, junto con movimientos de cámara que contribuyen a ello y el sonido acompasado del reloj, se evidencia el silencio siniestro del piso.

Desde luego que Polanski ha conseguido una atmósfera fatídica, todo ello para mostrar el atrapamiento en el que acaba la protagonista. Un estado catatónico absoluto provocado por la "mirada de odio" hacia el padre, que representarán en su madurez todos los hombres.

Teresa Pozo

Mini-crítica de "Repulsión": ¿Víctimas o depredadores?

Cuando hacemos una crítica de la obra de un autor y conocemos su vida, ¿debemos hacer conexiones entre ellas o tan solo analizar fríamente “lo que vemos”? Es una interesante pregunta. En este caso nos vamos a decantar por hacer conexiones entre la vida del cineasta y su obra.


Si bien en un primer visionado Repulsion (Repulsión, 1965) puede parecer una reivindicación feminista, si se la analiza más pormenorizadamente, se llega a la interpretación de que mujeres y hombres viven una guerra de sexox sin solución, interpretación que asimilaría esta película a la poética de Buñuel o Ophüls. Así, da la sensación (por la fotografía que llena la plantalla en un zoom interminable al final de la película) de que la repulsión que siente Carol (Catherine Deneuve) hacia el sexo contrario se debe a un posible abuso por parte de un miembro de su familia, tal vez su padre, pero, por otro lado, ella todas las noches espera con ansia la llegada de su visita nocturna e incluso se pinta los labios para ese momento, dando a entender que la supuesta pasividad que tradicionalmente se ha aplicado al deseo femenino tal vez no lo es tanto. En cualquier caso, si tal vez las figuras femeninas de la cinta son ambiguas, todos los hombres que aparecen sí son infaliblemente depredadores, con la posible excepción de Michael (Ian Hendry), si bien tampoco este personaje tampoco es ningún santito. El final de la película es esclarecedor en este sentido ya que la mirada que le echa el novio de su hermana (John Fraser) a la protagonista al cogerla en brazos y sacarla del apartamente maldito, demuestra que en realidad no la está salvando sino todo lo contrario, le tiene reservado su control para cuando salga del shock.

Ahora vamos a la relación con la vida del director de la que hablamos al principio. Todos sabemos que Polanski estuvo en la cárcel por drogar y seducir a una menor y en sus memorias reconoce que hizo muchas cosas parecidas con menores. Es decir, que él mismo se identifica con el novio de la hermana de la protagonista.

¿Es Repulsión una película feminista o machista? ¿Quién es la víctima y quién el depredador? La polémica está servida.

Jesús de la Vega

Mini-crítica del corto "Ángeles caídos": La huella de Eisenstein

Cualquier chaval con cierto interés por el mundo del cine puede hoy elegir entre miles de títulos, pero cuando Roman Polanski estudiaba cine, el acceso a este medio, que, recordémoslo, tenía como soporte el caro celuloide, era un bien más que escaso, sobre todo en Europa del Este, donde la falta de dinero se unía a la censura de todo o de gran parte de lo que venía del Oeste. En cualquier caso, los alumnos de la escuela de cine de Lodz (Polonia), donde Polanski estudió, eran sin duda unos privilegiados que tenían acceso a mucho cine que el común de los mortales no podían ver, sin llegar, repitámoslo, a una millonésima parte de lo que hoy se puede alcanzar. Sea como fuere, viendo el estupendo corto Gdy spadaja anioly (Ángeles caídos, 1959), uno se da cuenta de que, aparte de influencias de su primera época que Polanski admite en sus memorias, como Buñuel o Hitchcock, en esta película se muestra la influencia de otro de los grandes del cine: Sergei Einsestein, y en concreto de su Iván el terrible, en el que a lentas secuencias en blanco y negro sucede un montaje vivo en color. Lo mismo ocurre en esta película, con la particularidad de que el director polaco hace lo contrario de lo que se suele hacer: pone los recuerdos de la anciana cuidadora de urinarios en color, haciéndolos más vivos que la propia realidad, al contrario que, por ejemplo, en El mago de Oz.

La actriz Barbara Lass, primera esposa de Polanski

Por otro lado, la película conmueve por una idea sencilla reforzada con la mencionada puesta en escena: la vida de cualquier persona, incluso la de una apacible y aparentemente anodina anciana, ha tenido momentos de una gran pasión, felicidad, tristeza… Esta anciana, interpretada por momentos por una vieja actriz y en otros por el propio Polanski (desconocemos si la actriz falleció o no estaba disponible en esos días de rodaje), se nos presenta, además de como la encarnación de una Polonia constantemente invadida y en guerra, como una virgen a la que se anuncia un ángel o, en una interpretación más cotidiana, como una persona cualquiera de dura vida que es redimida al final de sus días. Si se trata de un mensaje religioso, tal vez sería el único de este descreído director, que en su día fue el cineasta transgresor, “cool” y postmoderno por excelencia.

Jesús de la Vega

domingo, 6 de septiembre de 2015

Comenzamos nuestra andadura

Este es el blog del taller de crítica cinematográfica del cine fórum La Claqueta, que tiene lugar todos los jueves a las siete y media de la tarde en la sala de proyecciones del CSA La Tabacalera (C/ Embajadores, 53. Madrid). En el futuro iremos colgando aquí los textos que vayamos escribiendo. ¡Salud!