viernes, 16 de diciembre de 2016

"The Lodger": Una rubia, un asesino, un genio

The Lodger (El enemigo de las rubias) es una de las primeras películas de Hitchcock, con producción inglesa y realizada en el año 1927 bajo la influencia de los asesinatos de Jack el destripador y la novela escrita por Belloc Lowndes.

La película empieza mostrándonos Londres, narrándonos la historia de un asesino serial que se hace llamar El Vengador, conocido por sus crímenes contra mujeres rubias. Al mismo tiempo, un misterioso hombre que coincide con la descripción del asesino alquila una habitación en casa de los Bounting. Es ahí donde conocerá a Daisy, hija de dicho matrimonio; una joven atractiva comprometida con un detective de la policía y, sí, rubia. Al hacerse notoria la atracción entre ambos es cuando se desatarán sospechas por parte de los personajes a pensar que quizás este misterioso inquilino no es más que el asesino en cuestión.

La atmósfera que se respira desde el inicio de la película está cargada de tensión, angustia y un lado sombrío. Es la estética en sí en juego con pequeños detalles del expresionismo alemán, lo que nos ayuda a situarnos en ese Londres lúgubre en el que ocurren asesinatos. Estamos ante una historia de obsesión y persecución. Un guion que cuenta no solo con la angustia mencionada, sino que también se vale de la ironía y el humor negro para combinar sensaciones en esta historia compleja digna de comparación con El gabinete del Dr. Caligari o cualquiera de los guiones de la época de Fritz Lang. Hitchcock también se vale del uso de simbolismo como el uso de las escaleras y las sombras. Su inusual y casi exagerado uso de los intertítulos, lo cual no era normal en la época, nos demuestra la obsesión del protagonista por la que creemos que será su víctima. También observamos con frecuencia una lámpara de tres bombillas en la casa, la cual me hace suponer que es referencia al triángulo y símbolo del asesino en sí y que esta ligada a las situaciones que van sucediendo (de ahí que la luz parpadee regularmente y con precisión).


Quisiera ahora hablar de la dirección de nuestro autor: encuadres que optimizan la belleza visual de la imagen, primeros planos de expresiones exageradas (propias de su época), así como detallados. Es imposible no mencionar el uso de los planos subjetivos, así como descriptivos. Incluso detalles como el uso de un plano cenital para indicar que los pies del protagonista hacen ruido al caminar por el piso superior. Los actores en general nos deleitan y brindan maravillosas interpretaciones capaces de introducirnos en sus pensamientos y sentimientos, gracias al buen uso de la interpretación corporal. Podemos distinguir cómo Hitchcock ya desde entonces se apoya en sus recursos más reconocidos, como las mujeres rubias, inocentes acusados de crímenes que no han cometido y el uso de lo extraordinario dentro de lo que parece cotidiano, así como una narrativa clásica y educada.

El montaje, en sintonía con la dirección, es innovador por la forma en que usa los flash-backs, los intertítulos e incluso la elegante continuidad por la idea, causando un ritmo cinematográfico y a la vez teatral, que aunque al principio parece ser un tanto lento, poco a poco nos va metiendo en la historia y nos engancha gracias a todos los demás detalles que la rodean. Aunque la película no tenga altibajos en sí, sí que tiene un giro que podría llamar casi “moral” para la audiencia, porque nos provoca una sensación de vergüenza al darnos cuenta que nosotros como espectadores también hemos creado fáciles e injustas suposiciones contra el protagonista, lo cual nos hace reflexionar sobre hasta qué punto somos capaces de juzgar de forma objetiva y con los recursos que nos han dado para ello.

No quisiera dejar de lado a la fotografía, la cual respeta los detalles estéticos y los bellos encuadres así como la iluminación en diferentes tonalidades. También habría que destacar la música orquestada y que sigue a su género, dando ese empujón a la sensación de intriga e inquietud que se vive en la historia. The Lodger es una obra difícil de olvidar. Tenemos a un Hitchcock que ya muestra una clara idea de su trabajo marcado por un sello personal que le abrirá camino en una prometedora carrera. Quizás la película no sea para el gusto de todos, pero es seguro que no dejara a nadie indiferente y que terminaras con la sensación de haber presenciado la obra de un genio que acaba de nacer.

Fernanda Álvarez

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