viernes, 23 de octubre de 2015

"Cabeza borradora": "Eraserhead" vista por un fan

Esta es la segunda vez que veo Eraserhead (1977). Recuerdo que la primera vez que la vi, con unos veinte años, me gustó pero me pareció poco narrativa y algo aburrida. Esto demuestra que en este mundo todo es relativo, porque hoy, más acostumbrado a ver todo tipo de cine, se me antoja de una narratividad cercana al clasicismo, a la vez que apasionante. Por otro lado, como me suele pasar a menudo con diversas películas, si en un primer visionado me subyugó la imaginería de Lynch, en esta ocasión lo verdaderamente potente me resultó su tratamiento del sonido, que tiene algo de hiperrealista, de tan hiperrealista que más bien se podría calificar de onírico, además con una profundidad, una complejidad y una cantidad de capas y niveles brutal. Ahora entiendo por qué su cine es tan apreciado por una larga serie de músicos rockeros de la última hornada.


En lo que sí me había fijado la primera vez es en las múltiples interpretaciones psicoanalíticas que tiene la película, que, en mi opinión, es una de las mejores de este director. Así, tras una breve obertura, la primera escena que vemos es el rostro del protagonista en horizontal y el bebé-monstruo saliendo de su boca, en una más que clara referencia bíblico-lacaniana a la procreación por medio del verbo.

No tengo mucho que añadir a la tan comentada interpretación de la película como reflejo del miedo a traer criaturas a un mundo tan deshumanizado como es el actual (como bien dice David Skal sobre el cine de los 60 y 70, que pondría en relación a esta película con otra que hemos visto en este taller, Rosemary's Baby), pero sí habría mucho que hablar acerca de lo disfuncional que es para Lynch la familia, así como las connotaciones sexuales-psicoanalíticas de las relaciones familiares y la relación entre el impulso erótico y el tanático, en lo que yo interpreto como un alegato a que todos somos frutos de un acto similar a la epilepsia, feo y antiestético, muy distinto de la estilización del cine erótico.

A menudo se ha destacado la difusa barrera en el cine de Lynch entre lo realista y lo onírico, pero en esta película la barrera es muy clara y resulta obligado detenernos un momento en este aspecto: hay tres momentos en la película en los que el protagonista entra, a través del radiador, en un sueño sobre una cantante (de nuevo una referencia a los acádicos años 50), pero del tercero nunca llega a despertar, y aproximadamente la última media hora de la cinta la compone ese sueño, en el que un niño coge la cabeza cortada del protagonista (referencia a Un chien andalou?) y luego fabrican gomas de borrar con su cerebro. No hay vuelta a la vigilia tras este último sueño. Además, Lynch no utiliza nunca una óptica distinta, blanco y negro en vez de color o ningún otro recurso para diferenciar formalmente lo que es sueño de lo que es vigilia. ¿Habría leído Lynch a Calderón?

Jesús de la Vega

domingo, 18 de octubre de 2015

"Tess": Pecado y sacrificio

Una vez más, Polanski nos muestra un final lleno de significado, aportando una luz a la película que ha brillado en tono bastante tenue en el resto del metraje.

La escena final tiene lugar en Stonehenge, donde vemos a Tess dormir plácidamente sobre una de las rocas, “casualmente” una que los estudiosos catalogan como el altar de los sacrificios. Cuando viene la policía a detenerla, ella sigue plácidamente dormida y es su marido quien les hace posponer momentáneamente su acción, porque por fin Tess ha conseguido dormir plácidamente. Durante todo el film ha estado sufriendo diferentes desgracias sin ser culpable de ninguna. Ella vive en la época Victoriana y allí es pecado imperdonable que una mujer no llegue virgen al matrimonio, aunque sea fruto de una violación. El hombre queda impune de su acto, y la mujer queda marcada de por vida, cual muro infranqueable. Es un sinsentido que condicionará su vida y por ello se verá abandonada por su marido en la noche de bodas, pese al amor mutuo y sincero que profesan el uno por el otro, y posteriormente, se verá obligada, por circunstancias de supervivencia (desahuciados, sin ingreso alguno para alimentar a sus hermanos pequeños) a tener que convivir con el violador. Curiosa esta moralidad que impide la convivencia de los enamorados casados legalmente y que obliga a una convivencia con el violador. Además la chica pobre resulta ser la que sí que tiene sangre noble, y el hombre depravado, que pasea su título nobiliario, no es más que un advenedizo con familia llena de poder económico que lo único que han hecho ha sido comprar un título para darse una honorabilidad.


Cuando se produce el reencuentro entre los esposos, tras el viaje catastrófico por Brasil de él, Tess parece sentirse avergonzada por estar conviviendo con el causante de su desgracia y le rechaza. Pero inmediatamente, como si de un acto impulsivo se tratara, ella sabe qué hacer para arreglar la situación. ¿El asesinato que comete es un acto de castigo contra el verdadero pecador, es una manera de limpiar su honor y así hacerse perdonar por su marido? La cámara nos muestra una mancha de sangre en el techo, a la manera de la sangre en la sábana que habría probado la virginidad en la noche de bodas, si no hubiera robado esta escena el violador, del cual, a modo de castigo, fluye ahora esa sangre.

Sangre por sangre. Mancha que nos deja una pregunta abierta: quién ha cometido el pecado, ¿la mujer que no es virgen, que cohabita sin estar casada y además comete un asesinato; el hombre que la ha violado, y abusa de su poder económico sobre las guapas mujeres sin dinero que se cruzan por su camino; la sociedad Victoriana que posibilita nobleza de sangre comprada, imposibilita la convivencia de los enamorados casados legalmente y deja como único recurso económico para sobrevivir que Tess deba cohabitar con su violador; o el marido legalmente casado y enamorado, pero que abandona a su mujer por no cumplir con los preceptos de la época?  Lo que sí queda claro es quien es la sacrificada, la víctima inocente, Tess.

Terezalo

viernes, 16 de octubre de 2015

"Tess": La insoportabilidad del deseo femenino en un mundo de hombres

¿Pueden los hombres aceptar el deseo femenino? Sobre esta premisa nace Tess (1979), la adaptación de Roman Polanski de la novela del mismo nombre de Thomas Hardy. Tess es una mujer pura (de hecho, ese es precisamente el subtítulo de la novela) en un mundo de apariencias que ya no es medieval pero que todavía no es moderno. En este mundo las convenciones sociales son las del antiguo régimen pero ya existe la necesidad de trabajar rodeado por máquinas (o bien prostituirse –casarse con su pariente lejano-, la otra opción), en un prólogo del siglo XX (y XXI). Tess es en todo momento fiel a sí misma, mientras que los hombres de la historia no lo son ni a ella ni a sí mismos.


La novela en la que está basada no fue bien recibida en su momento por la crítica a la situación de la mujer en la Inglaterra victoriana. Curiosamente, algo parecido le puede pasar al espectador de hoy, al que en un primer visionado le puede resultar pesada, pero le deja un poso que obliga seguir pensando en ella durante mucho tiempo y se convierte en una de estas escasas películas que viajan con uno toda su vida y se convierten en parte de su bagaje personal.

La fotografía de la película, de Ghislain Cloquet y Geoffrey Unsworth, de casi tres horas de metraje, es todo un tour de force de bellos paisajes. La música de Philippe Sarde, si bien un poco hollywoodiense de más, enfatiza adecuadamente esta producción, un poco grandilocuente pero de un mérito innegable, en la que el paisaje es un personaje más y las tareas del campo, las estaciones y las emociones de los restantes personajes están engarzadas de un modo maravilloso.


Jesús de la Vega

martes, 13 de octubre de 2015

"El quimérico inquilino": El eterno retorno... de Polanski

(Un análisis sobre la causa de locura en El quimérico inquilino)

Una vez más, Polanski nos muestra un personaje viviendo una situación límite que le desborda y que le pone frente a la locura. En las otras pelis del ciclo, las protagonistas han tenido que reaccionar ante una apuntada violación por parte del padre, una ocupación de su vientre para alojar la semilla del diablo y por último, una “paternal” violación que genera una hija-hermana. Unos personajes perderán absolutamente el control de sus vidas, como sucede en Repulsión y en El quimérico inquilino, otra protagonista recuperará el control  gracias al omnipotente amor de madre, y por último, en Chinatown, lo que le será arrebatado, en la escena final, es la vida en su lucha frente al Monstruo.


Esta película presenta 2 novedades frente a las restantes: la primera salta a la vista, pero tiene trampa. Por primera vez, el personaje atormentado es un hombre. Claro que para no romper con su tradición feminicida, la locura se disparará cada vez que el protagonista se reconoce como Simone Choule, la mujer que se suicidó en el apartamento que acaba de alquilar. La segunda, constituye el tema central de este análisis: ¿existe realmente una causa conocida que ponga a Trelkovski frente a la locura? Aquí no hay violaciones ni reales ni tan siquiera apuntadas, ni tampoco semillas del diablo. Lo que sí es claro es la evolución de un hombre absolutamente anodino y sin iniciativa alguna, de vida tan carente de interés (somete al espectador, al menos a mí, a una dura lucha por no caer ante el deseo de dejar de ver esa insustancial primera hora en la que no pasa nada). ¿Seguro que nada sucede? Van surgiendo pequeñísimos detalles que explican el tránsito al nuevo estado de personalidad del protagonista: al visitar el deseado piso, lo primero que le dice la portera y, además le muestra con todo lujo de detalles, es cómo se suicidó la anterior inquilina; el grito de pánico de Simone en el hospital, a la que ha ido a ver para comprobar si le queda mucho para poder habitar el deseado apartamento; el encuentro ante el vestido de Simone mientras está colocando sus pertenencias de él, una vez que ha conseguido alquilar el apartamento; la media de Simone que aparece tras el sofá, en la fiesta de inauguración del piso, un cajón lleno de pertenencias de la antigua inquilina; una postal dirigida a ella y que él lee con avidez, el encuentro ante los amigos de ella…. En fin, que la presencia de Simone va tomando preponderancia en la personalidad de Trelkovski.

Pero ¿cuál es la causa de este salto de personalidad? Como dice el protagonista “¿Cuál es el preciso momento en que una persona deja de ser quien cree que es?”. ¿Existe una causa externa? ¿Serán los vecinos con sus continuos acosos, intromisiones en su vida privada a modo de una confabulación cuál Comunidad de Álex de la Iglesia? Trelkovski llega a declarar su envidia ante la falta de vecinos en la casa del amigo rico de Stella. No obstante esta causa queda rápidamente descartada por cuanto Polanski nos va a mostrar varias escenas en las que queda claro que estos agresivos comportamientos vecinales no son más que alucinaciones de Trelkovski (la autoagresión al entrar al portal y que él interpreta como un ataque de una vecina; el vendedor que acude a la casa-refugio de Stella y que él identifica como el Señor Zy; los amables ancianos que le han atropellado por cruzar sin mirar, y que él los confunde con sus vecinos que quieren matarle….) En fin, que Polanski nos deja claro que los vecinos, con su excesivo celo, no son más que unos entrometidos que molestan, y ¿Habrá entonces una causa interna para explicar esta evolución? Podríamos suponer que un hombre sin personalidad alguna (los compañeros de trabajo le muestran cómo hay que marcar a los vecinos para imponer la voluntad propia, y sin embargo son los vecinos los que una y otra vez le llevan por donde quieren ellos; un hombre que, tras la aventura sexual con Stella, interrumpida en el cine, se despide de ella con un apocado hasta otra, quizá volvamos a vernos, ignorando su calentón de unos minutos antes; en el bar siempre consume lo que le dice el camarero y no lo que a él le gusta….) va encontrándose en el apartamento con una presencia muy marcada, la de Simone. El salto de ella al vacío, la visita al hospital y todos los pequeños detalles de Simone que van surgiendo, hacen que poco a poco, vaya llenando esa ausencia suya de personalidad, con la identidad de Simone. Pero ella se ha suicidado y nadie, ni vecinos ni amigos, dan razón de la causa. Trelkovski, para poder sentirse plenamente Simone y poder superar esa ¿enfermedad? de ausencia de Ser, va creando una historia que necesariamente ha de conducir al suicidio. Y tan fuerte es la identificación, que como no ha conseguido matarse en el primer salto, arrastrándose sube de nuevo las escaleras y vuelve a tirarse nuevamente desde la ventana. Y remata Polanski con la escena final en el hospital en la que Trelkovski-Simone, todo momificado, se ve a sí mismo hablando con Stella.


¿Pero podríamos afirmar 100% que es un hombre sin personalidad? Hay muestras de su afirmación cuando se niega a firmar la queja contra una ruidosa vecina, pese a que la vieja le anuncia, con malos modos, que él es el único que falta; o también cuando echa a sus amigos del piso pese a que ellos quieren seguir armando jaleo y molestando al vecindario. Entonces ¿qué es lo que le pasa para perder el control de su vida? Aquí cobra sentido una explicación intermedia, que contempla a la vez lo externo y lo interno: Trelkovski es un hombre que sí que tiene personalidad, pero se siente extraño en su entorno. Él es un extranjero, que pese a sus papeles de ciudadano francés, no se siente plenamente acogido.  Él cederá una y otra vez con la intención de adaptarse. Pero está marcado por su condición de emigrante y será su ansia por ser aceptado, el renunciar una y otra vez a sí mismo, lo que le llevará a la locura. Esta barrera infranqueable queda claramente expuesta en dos escenas de la peli: la primera es cuando acude a comisaría para denunciar los ataques de sus vecinos y el comisario lo que le dice es que sus vecinos le han denunciado numerosas ocasiones a él por sus comportamientos incívicos. Y el comisario niega la confianza a la versión de Trelkovski por su condición de extranjero. A lo que él responderá que él es ciudadano francés de pleno derecho y para ello enseña sus papeles legales, pero el comisario no le considera y lo que hace es mandarle a actualizar sus documentos pues están en mal estado de conservación. Y la segunda ocasión, mucho más explícita que el anterior ejemplo, sucede en el entierro de Simone Choule, donde ha acudido Trelkovski y escucha con malestar creciente el sermón del cura “El Señor ha acogido a Simone Choule en su seno como el pastor reúne a su rebaño al final de la jornada. ¿Hay algo más natural, que consuele más? ¿No es una gran esperanza reunirnos algún día con ese rebaño sagrado? Cara a cara con Dios Todopoderoso, que se digna a bajar su mirada a nosotros, pobres mortales, rebosante de amor y misericordia, a los enfermos, a los que sufren, a los que agonizan” En este momento, comienza a sonar una música “agitada” y tiene lugar la primera alucinación de Trelkovski, pasando a ver un Cristo crucificado comido por los gusanos y oyendo lo siguiente en boca del cura “Polvo eres y en polvo te convertirás. Sólo quedarán los huesos y los gusanos acabarán con sus ojos, sus labios y su boca. Penetrarán en sus orejas y por su nariz. Se pudrirán los lugares más recónditos de su cuerpo, produciendo un fétido hedor. Cristo ha ascendido a los cielos, para unirse a los ángeles en las alturas. Pero no con criaturas como usted, llena de los peores vicios, que sólo buscan la satisfacción carnal ¿Cómo osa molestarme y mofarse en mi propia cara? Qué atrevimiento ¿Qué hace en mi templo? Tendría que estar en el cementerio. Apestarás como un cuerpo putrefacto al borde del camino. En verdad os digo que nunca entraréis en mi reino”.

Gonzalo

"El quimérico inquilino": Polanski, el hombre nuevo

Roman Polanski habitualmente hace cameos o incorpora secundarios en sus películas, pero solo en una ha encarnado al personaje principal y el hecho de que haya elegido precisamente Le locateur (El quimérico inquilino, 1976) para interpretar al protagonista absoluto de la cinta (que aparece en prácticamente todos los planos) dice mucho sobre este film, en nuestra opinión su obra maestra y una especie de autorretrato fílmico.


¿Qué encontró Polanski en la novela del también polaco Roland Topor para decidir adaptarla al cine, además de un modo casi literal)? En mi opinión para responder a esta pregunta hay que recurrir al psicoanálisis y es que Polanski encontró algo en esta novela que le apelaba a lo más profundo de su ser (especialmente revelador en este sentido resulta la similitud entre el nombre del director-actor y el del personaje -Trelkovski-). La película nos presenta a Trelkovski como el viejo Polanski, el hombre normal, medio, acabordado, que respeta a las mujeres y es presionado por la sociedad, que le obliga a hacer lo que él no quiere (en este sentido destacan las escenas que tienen lugar en el bar, en el que le obligan a consumir la marcha de tabaco que no quiere y a tomar chocolate en vez de café y las del enfermizo patio de vecinos).

Da la sensación de que Polanski se veía a sí mismo así pero decidió convertirse en otro personaje de la película, el amigo que pone marchas militares en su piso solo para molestar a los vecinos y demostrarles quién manda (y se entiende que trata a las mujeres como todo un "macho"). Es como si el cineasta, que tanto sufrió en su infancia como judío en el gueto, decidiese que él iba a ser a partir de entonces como el amigo de Trelkovski, que antes de que le fuercen él va a forzar a otros: una cuestión de poder. Todos sabemos que Polanski se ha hecho más famoso que por su cine por acusaciones de perversión de menores. ¿No tendrá algo que ver con esto?

La puesta en escena de esta película, rodada en interiores y exteriores de París, es impecable, con una fotografía que muestra un París sórdido y un aún más sórdido patio e vecinos, en una ciudad tan abarrotada que conseguir un apartmento es prácticamente imposible y en la que para conseguir uno tienes que tener alguna amistad o esperar a que alguien se muera.

¿Y ustedes quién prefieren ser, Polanski o Trelkovski?

Jesús de la Vega

lunes, 12 de octubre de 2015

"El quimérico inquilino": Roman Polanski presenta

Y el gran director tuvo una genial idea. Tan convencido estaba que asumió él mismo el papel protagonista, hasta ahí llegaba su implicación. Hay que decir que no es mal actor, pero habría que pensar en el significado psicoanalítico que hay detrás de ponerse en la piel de un hombre extremadamente educado, tan brutalmente presionado por la sociedad que le rodea que acaba arrojándose por una ventana vestido de mujer.

Como en Rosemary's baby nace la angustia dentro de las paredes de un apartamento, paredes extrañas de donde salen hasta dientes. La angustia de un joven frente a sus viejos vecinos que tienen un punto estrafalario. Uno no puede sino preguntarse qué clase de problemas tuvo Polanski con la comunidad de su edificio.


Como en otras películas del director, algunos detalles parecen apuntar a la influencia de Hitchcock. Aparece un protagonista del perfil de Norman Bates, que acabará transformado en mujer, pero no para matar sino para morir. Pero lo que el el director de Psicosis hubiera despachado en un capítulo de su serie televisiva Alfred Hitchcock Presenta, Polanski lo convierte en una película de más de dos horas de la que sobra algo de metraje y que se hace pesada una vez pasada la primera mitad.

Un director se vuelve cargante cuando no sólo aspira a contar una historia, sino su gran historia, con una carga de profundidad que él piensa que elevará su obra a la gloria, pero que puede sumirla en el olvido.

María de la Cruz

sábado, 3 de octubre de 2015

Crítica de "El quimérico inquilino"

Roman Polanski nos sorprende una vez más, con otra de sus increíbles películas: El quimérico inquilino, es una película protagonizada por el mismo Polanski, en donde interpreta el papel de un joven polaco, llamado Trelkovsky que se hace casero de un apartamento en París, en el que antes vivía la misteriosa y joven Simone Choule, con un pasado misterioso.

Todo va bien hasta que Trelkovsky empieza a tener pequeños roces con sus vecinos, y empieza a creer que están conspirando contra el, y empieza su estado de locula, donde se llega a confundir con la identidad de Simone Choule. 


Polanski me parece un director increíble inquietante y perturbador. Al inicio de la película, nos presentan a Trelkovsky un chico muy normal y tranquilo que esta buscando un piso. Encuentra uno, y el propietario de este, le cuenta que la anterior inquilina se había tirado por la ventana y estaba en coma en el hospital, que si se moría se podría quedar con el piso, es un poco inquietante con la facilidad y soltura que el propietario le dice esto a Trelkovsky, entonces el decide ir a verla al hospital, y ella permanece sin moverse, entonces de repente da un grito, una escena en el que la cámara hace un primer plano rápida e impactante, de la chica, y para mi es una escena muy impactante y desconcertante, y creo que en esta escena podemos definir en cierta manera el cine de polanski, su afán por desconcertar a la gente, no rebelar el secreto hasta el final, y sobretodo dejar que el espectador tenga la libertad de crear, e interpretar varias versiones de lo que podría ocurrir, en este caso, ese grito, espeluznante y desolador, e inesperado. La chica acaba muriendo y le porfis se instala en el piso. Todos sus vecinos son por lo general gente mayor, y con muchas manías, recibe varias quejas de los vecinos y poco a poco Trelkovsky se va encerrando, y obsesionando con sus vecinos. Los vecinos al principio parecen super amables y buenos pero a medida que va avanzando la película los elementos de terror van tomando  forma, los vecinos cada vez se comportan de forma más extraña, pasan largos ratos en el baño, de pie y estáticos mirando hacia su ventana, o el diente que se encuentra detrás del mueble en la pared, todo estos elementos no son terroríficos, pero combinados van creando un  aura más oscura y macabra, a medida que a avanzando la película. Los vecinos no esconden nada, pero son muy aterradores y eso hace que Trelkovsky termine pensando que están conspirando contra el, y que lo quieren matar, entonces el personaje principal sufre una catarsis ficticia, polanski juega con la locura de sus protagonistas, haciendo que no sean conscientes de donde termina la realidad y empiezan sus fantasías, y empieza a transformarse con la anterior inquilina, se compra una peluca, y se pone un vestido que estaba en el armario cuando llego, esto hace que el pierda de alguna manera su identidad, llega a tal estado de locula que al final el termina tirando por la ventana también, y cuando lo hace el en una de sus alucinaciones ve como si todos sus vecinos, estuvieran en una especie de grada de teatro, vestidos de gala, viendo como el se va a tirar. 

Cuando se tira y termina en el hospital, con ese grito, nos deja todavía más desconcertados, y una vez más con la libertad de intuir que es lo que verdaderamente sucedía, una obra maestra de Polanski, y posiblemente una de sus mejores películas.

Lluna Issa Casterà

Crítica de "Chinatown"

La película que voy a analizar se llama Chinatown del director Roman Polanski, que nació en París en 1933, hijo de una pareja de emigrantes judios polacos. Su madre estudio en una colegio católico, porque lo era, y su padre fue un pintor de escaso éxito.


Polanski se interesó desde muy pequeño por el cine, aunque empezó su carrera como actor teatral, y luego estudió en la Escuela de Cine de Lodz, en Polonia.

Poco a poco empiezo ha hacer cortos, largometrajes y películas, y así llego Chinatown en 1974, una película, con un inicio bastante tranquilo, con una música un tanto melancólica, y triste, y romántica a la vez, en ciertos casos, empieza mostrándote un detective atendiendo a matrimonios problemáticos de celos, un inicio, simple, que te hace creer que sabes lo que está pasando y va a pasar, pero en realidad, es totalmente inimaginable, acaba siendo una mafia que controla el agua de la ciudad, y una historia de detectives, te va sorprendiendo poco a poco, y desvelando pequeños secretos, de cada personaje,  en dosis muy pequeñas, y eso hace que constantemente te este sorprendiendo. Tiene mucha tensión, y escenas violentas, como cuando casi le cortan la nariz a Gites, ahí podemos ver la crueldad de algunas personas, por conseguir un objetivo de poder, poder material, Esta película tiene una grandísima complejidad e importancia social.

La película fue un éxito mundial, logró 11 nominaciones a los Oscar, y otros premios, del que gano a mejor guión.

Lluna Issa Casterà