lunes, 22 de mayo de 2017

"Angel": ¡Considérame... que me pierdes!

Ante nosotros, una peli que nos narra un argumento tantas veces repetido. Una pareja consolidada, él con un importante trabajo que le absorbe por entero, y ella, disfrutando de toda clase de comodidades y volcada en atenderle… las pocas veces que está en casa. Y es su ausencia, tanto física como “espiritual” la que da pie para que la esposa haga un viaje a París buscando sentirse viva.

Echa mano de su pasado y se reencuentra con una duquesa huída de la Revolución Rusa, que organiza fiestas, actuando como una celestina de la alta sociedad. Asistimos a su cena con un recién conocido y posterior paseo romántico. Vemos cómo vuelve a sentirse amada y admirada. Todo muy tópico y empalagoso. Pero ella oculta su identidad, queriendo sólo disfrutar del momento. El, también enamorándose, necesita hacerla suya, al menos con la palabra, y la nombra “Angel”. Toda la escena trufada de glamour y lugares comunes, aventuran una peli insustancial. Tan solo es destacable la llegada misteriosa de ella, y más aún su desaparición. Nos quedamos, al igual que el partenaire romántico, atravesados por la incógnita.


Afortunadamente, el director sabe ejecutar como nadie el toque Lubitsch. Y la evolución del conflicto que vive la protagonista nos va a tener en vilo, llevándonos por inesperadas situaciones, tanto a nivel argumental, como especialmente, en la manera en que nos lo va contando. La película dará un giro de estilo y nos introduce en el hogar de la protagonista. Entramos en un inteligente (dobles sentidos) y elegante (nunca en el sentido aristocrático o educacional) juego de situaciones con doble nivel de realidad: la aparente (las normas sociales que rigen el mundo al que pertenecen) y por debajo, va desarrollándose muy sutilmente una vida en la que el conflicto evoluciona libre de ataduras. La peli está llena de mil detalles en la que se dicen las cosas sin nombrarlas. Tanto es así, que cualquiera que asistiera a la conversación, sin conocer el contexto ni tener una mirada afilada, sería incapaz de ver el mundo que bulle bajo las educadas formas. Como ejemplo, baste la frase del marido explicando que está en París para satisfacer su curiosidad por saber si Angel, la amante de su amigo, es morena. Nosotros, como espectadores, al igual que la protagonista, sabemos que su objetivo es descubrir si Angel es su esposa.


Y es en París, en la misma casa donde arrancó insulsamente la peli, donde, mediante sucesivos giros sorprendentes de la relación, va a resolverse, fina y sutilmente, el conflicto de la pareja. Y muchos acusarán a la peli de no ser más que una defensa del modelo socialmente establecido. Estos, en su pretendida modernidad, no habrán disfrutado del toque Lubitsch, ni habrán aprendido a ver más allá de la mera apariencia. La resolución del conflicto ha incluido una consideración… Y por ello no se ha producido la pérdida.

Terezalo

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