Una vez más, Polanski nos muestra un final lleno de
significado, aportando una luz a la película que ha brillado en tono bastante
tenue en el resto del metraje.
La escena final tiene lugar en Stonehenge, donde vemos a
Tess dormir plácidamente sobre una de las rocas, “casualmente” una que los
estudiosos catalogan como el altar de los sacrificios. Cuando viene la policía
a detenerla, ella sigue plácidamente dormida y es su marido quien les hace
posponer momentáneamente su acción, porque por fin Tess ha conseguido dormir
plácidamente. Durante todo el film ha estado sufriendo diferentes desgracias
sin ser culpable de ninguna. Ella vive en la época Victoriana y allí es pecado
imperdonable que una mujer no llegue virgen al matrimonio, aunque sea fruto de
una violación. El hombre queda impune de su acto, y la mujer queda marcada de
por vida, cual muro infranqueable. Es un sinsentido que condicionará su vida y
por ello se verá abandonada por su marido en la noche de bodas, pese al amor
mutuo y sincero que profesan el uno por el otro, y posteriormente, se verá
obligada, por circunstancias de supervivencia (desahuciados, sin ingreso alguno
para alimentar a sus hermanos pequeños) a tener que convivir con el violador. Curiosa
esta moralidad que impide la convivencia de los enamorados casados legalmente y
que obliga a una convivencia con el violador. Además la chica pobre resulta ser
la que sí que tiene sangre noble, y el hombre depravado, que pasea su título
nobiliario, no es más que un advenedizo con familia llena de poder económico
que lo único que han hecho ha sido comprar un título para darse una
honorabilidad.
Cuando se produce el reencuentro entre los esposos, tras el
viaje catastrófico por Brasil de él, Tess parece sentirse avergonzada por estar
conviviendo con el causante de su desgracia y le rechaza. Pero inmediatamente,
como si de un acto impulsivo se tratara, ella sabe qué hacer para arreglar la
situación. ¿El asesinato que comete es un acto de castigo contra el verdadero
pecador, es una manera de limpiar su honor y así hacerse perdonar por su
marido? La cámara nos muestra una mancha de sangre en el techo, a la manera de
la sangre en la sábana que habría probado la virginidad en la noche de bodas,
si no hubiera robado esta escena el violador, del cual, a modo de castigo,
fluye ahora esa sangre.
Sangre por sangre.
Mancha que nos deja una pregunta abierta: quién ha cometido el pecado, ¿la
mujer que no es virgen, que cohabita sin estar casada y además comete un asesinato;
el hombre que la ha violado, y abusa de su poder económico sobre las guapas
mujeres sin dinero que se cruzan por su camino; la sociedad Victoriana que
posibilita nobleza de sangre comprada, imposibilita la convivencia de los
enamorados casados legalmente y deja como único recurso económico para
sobrevivir que Tess deba cohabitar con su violador; o el marido legalmente
casado y enamorado, pero que abandona a su mujer por no cumplir con los
preceptos de la época? Lo que sí
queda claro es quien es la sacrificada, la víctima inocente, Tess.
Terezalo
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