jueves, 22 de junio de 2017

"To Be Or Not To Be": La magia de un gran libreto

Esta crítica no la iba a hacer. No estaba inspirado. Además, escribí una sobre la misma película hace exactamente tres años. En esa ocasión la tuve que hacer a la fuerza por ser trabajo obligatorio en un curso de crítica en el que participé. Y, aunque tuve la suerte de que me mandaron hacer la crítica de una de mis películas favoritas, todos aquellos que recordamos nuestra época en la educación obligatoria sabemos la rabia que da que te obliguen a hacer algo. No sé si fue Marx quien dijo que solo el trabajo que se hace voluntariamente ennoblece al ser humano.

La cuestión es que antes de rendirme por completo, me puse a mirar en bases de datos información sobre To Be Or Not To Be (Ser o no ser, E. Lubitsch, 1942) y caí en la cuenta de que el autor de la obra de teatro en la que está basada, el húngaro Melchior Lengyel, es también el autor de los libros en los que se inspiran nada menos que Angel, Ninotchka (las dos películas que, por su calidad, habíamos elegido para iniciar este ciclo) y A Royal Scandal (la siguiente). Hay algo más que una mera coincidencia en este hecho. Y es que los guiones de las cuatro películas son deliciosos, lo que quiere decir que las obras en las que están basadas tal vez también lo sean. Habría que buscarlas.


Pero ya va siendo hora de que hablemos un poco de la película y es que en este caso uno no sabe por dónde empezar a cantar sus virtudes, porque desde el minuto 0 es un torrente de risas, equívocos, juego con las expectativas del espectador. En este sentido quisiera destacar tan solo la parte en la que Joseph Tura (Jack Benny) se hace pasar por el coronel Ehrhardt y los giros que da el argumento, pues su pobre actuación hace que el profesor Siletski lo descubra. Y luego se cambian los papeles y tiene que conocer al auténtico "Campo de Concentración" Ehrhardt, esta vez en el pellejo de Siletski. La verdad es que los actores poseen una vis cómica innegable y Lubitsch les saca todo el jugo. Son, al contrario de la ficción, grandes actores, pues lo más difícil que puede haber para un actor es encarnar convincentemente una actuación dentro de otra. Por otro lado, el realizador se ríe del enorme ego que suelen tener los actores y que en el caso del protagonista le lleva hasta a delatarse al hablar del "gran, gran actor polaco Joseph Tura".

De nuevo, como en otras películas del ciclo, el director nos plantea detrás de la trama y las risotadas, en un segundo plano, como quien no quiere la cosa, dilemas morales. ¿Hasta dónde está bien que una artista famosa y, digamos, ligerilla de cascos, como Maria Tura (Carole Lombard), tontee con aliados y enemigos por igual?

No quiero repetir aquí lo que puse en la otra crítica, así que solo me queda recomendar a todo aquel que no haya visto la película, que lo haga.

Jesús de la Vega

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