viernes, 23 de junio de 2017

"A Royal Scandal": Un híbrido, la madre Rusia y la polla de un caballo

A Royal Scandal (La zarina, 1945) la comezó a rodar Ernst Lubitsch, sufrió un infarto y la terminó Otto Preminger. Ninguno de los dos reclamó su autoría y cuando les interrogaban sobre el filme, miraban para otro lado, acaso silbando "Singing in the Rain", al tiempo que mostraban el dedo medio levantado y una sonrisa bobalicona.

No estamos ante una obra plena sino ante un híbrido, en el sentido de un producto formado por elementos de distinta naturaleza. La tragicomedia de Lubitsch es la parte externa, divertida, con ritmo, diálogos vertiginosos. centrada en conspiraciones palaciegas en la Rusia de Catalina II, con un gran Charles Coburn, el canciller, al timón de las maniobras políticas y faro e imán de todas las conjuras.

De otro lado, el academicismo de Preminger, que venía de rodar Laura, una de esas películas por las que se ama el cine -sí, y también Angel Face-, ocupando la parte interna, la soledad de una reina, sus dudas y miedos, el deseo, muy irregular, con una natrativa embarullada, demasiadas moscas revoloteando en torno al ojo de la cámara, produciendo una especie de ruido visual que impide seguir con nitidez las 24 imágenes por segundo.


En ambas partes, externa e interna, la madre Rusia, a la que da voz y gobierno la zarina, protagoniza la cinta. Tallulah Bankhead encarna sin problemas a la alemana Catalina II, que siendo princesa casó con el zar Pedro III, al que consideraba insulso (lo era) y al que no tardó en echar del trono para ocuparlo ella misma durante 34 años, justo hasta que su hijo Pablo decidió quitarla de en medio al más puro estilo de los Borgia.

Culta, inteligente, capaz, pertinaz lectora, se carteaba asiduamente con Voltaire, Diderot o Montesquieu, los padres de la Ilustración, que quiso extender a Rusia. También intentó suavizar las condiciones de vida del campesinado. No consiguió ni lo uno ni lo otro o no la dejaron. Pero sí anexionó Crimea, asunto en el que su más reciente sucesor, Putin, la emuló hace nada, en 2015.

Bankhead, de formación y largo recorrido teatral, compone el personaje desde la gesticulación de sus dedos y manos y mediante unos ojos chispeantes, ágiles y cómicos. Anne Baxter muestar por qué años después filmaría All about Eve, de Joe Mankiewitz, con Bette Davis, sin duda la actriz que mejor ha interpretado con manos y ojos -Bette Davis Eyes-, que también daría vida a Catalina en Orgullo y prejuicio (Stanley Kramer). Vincent Price: excelentes y plenos de gracia sus diálogos con Coburn, anticipa sus años de la factoría Corman.


Catalina II coleccionó una gran cantidad de amantes, hecho que jamás ocultó. Aunque la lista es larga, de Saltikov se contaba que era el padre de Pablo y de Potiomkim, al que luego Eisenstein inmortalizó en forma de acorazado, que fue su gran amor. Sea como sea, la zarina disfrutaba del sexo... a lo grande. Incluso mandó construir habitaciones pornográficas donde daba rienda suelta a sus bajas pasiones... a lo grande.

Cuenta la leyenda que Catalina falleció tras intentar mantener relaciones sexuales con un caballo, algo sin duda... grande. Pero no es cierto. Murió de una apoplejía, puede que provocada por veneno, pagado por su hijo. Pues bien, si establecemos una analogía, el tipo que destroza el largometraje tiene nombre y apellidos: William Eythe, patán más que actor, cara de cartón aburrido, sin pizca de gracia, que hace naufragar todas y cada una de las escenas en las que por desgracia aparece, incapaz de articular una mueca o de mover un brazo con soltura, impedido hasta para dar los buenos días, peor que las siete plagas de Egipto para la gran pantalla. Y el tal Eythe acaba siendo eso: la polla del caballo que jode a La zarina.

E.S.

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