Sabido es que cineastas militantemente
comunistas como Juan Antonio Bardem han defendido la dudosa teoría
de que para hacer un cine comprometido hay que utilizar las armas del
cine capitalista. El razonamiento es que así logran llegar a un mayor
público y difundir mejor sus ideas, pues está claro que en el
cine comercial, especialmente el de Hollywood, todo (desde la
elección de los actores hasta la duración y tipología de los
planos) está estudiado para llegar al mayor número de personas posibles y lograr así hacer el mayor dinero posible.
Si muchos no suscribimos esta teoría,
aún más dudoso es pretender hacer una película
anarquista, como es el caso de La estrategia del caracol (Sergio
Cabrera, 1992), si es que es ese su objetivo, y parece que sí a la
luz de las numerosas citas de consignas del comunismo libertario (“Todo por hacer”, “De cada uno
según su capacidad”) y, sobre todo, por el
hecho de que el propio padre del cineasta, español exiliado, encarna al personaje central de la obra, Jacinto, un anarquista de la Guerra Española cuyo personaje probablemente tenga mucho
de autobiográfico.
¿Cómo se justifica entonces usar
todas las técnicas del cine gringo si atendemos al principio de que
la forma de una obra de arte ha de ajustarse a su fondo?
Por otro lado, ni siquiera como película comercial está lograda, puesto que en ningún momento adquiere ritmo. Todo lo contrario, resulta un tedioso ejercicio
de estiramiento de una premisa tal vez válida para un corto, cuyo
único recurso es alargar el desalojo de los habitantes de esta
vivienda comunitaria gracias a los trucos de un abogaducho de
tercera, mientras los inquilinos proceden a llevar todo aquello de valor a otro lugar.
Es incomprensible que esta película se haya convertido en la película más vista del cine colombiano, aparte del mayor éxito de su director, que parece que en cierto modo logró lo que pretendía con este panfleto voluntarioso pero fracasado.
Es incomprensible que esta película se haya convertido en la película más vista del cine colombiano, aparte del mayor éxito de su director, que parece que en cierto modo logró lo que pretendía con este panfleto voluntarioso pero fracasado.
Jesús de la Vega