miércoles, 2 de noviembre de 2016

"The Lodger": El primer falso culpable

La película abre con un plano de una rubia gritando, seguido del rótulo de un espectáculo “Tonight – Golden Curls”, “Esta noche – Rizos de Oro”. Un crimen ha ocurrido en la ciudad de Londres. Aunque no llegamos a ver el momento del asesinato, podemos observar todo lo que implica: los testigos prestando declaración, los curiosos que revolotean alrededor de la escena, los periodistas que corren a comunicar la noticia a sus redacciones, los teletipos, la maquinaria de la prensa a pleno rendimiento, seguimos a la furgoneta cargada de periódicos hasta que llega a la población; se crea la noticia y con ello la alarma social.

Vuelve a aparecer el rótulo “Tonight – Golden Curls”. Esta vez es una señal macabra, más bien el vaticinio de una desgracia. El asesino mata a chicas rubias las noches de los martes y la joven de cabello dorado que vemos en pantalla se siente amenazada. En la escena final reaparecerá el mismo cartel al fondo, con un significado quizá algo ambiguo, ya que en ningún momento se ha descubierto quién era el criminal, pero ¿realmente importa?

Cuando nos presentan por primera vez al supuesto asesino las señales parecen inequívocas. Es un personaje misterioso, exaltado, la iluminación destaca su desequilibrio, tiene un maletín sospechoso del que no vemos el contenido y la primera vez que le sonríe es cuando sostiene un cuchillo. Pero comprobaremos que nada es lo que parece en el cine de Hitchcock. El director sabe manipular al espectador al igual que la prensa sabe manipular a las masas.


Esta película pertenece a su época de cine mudo, bastante desconocida de su trayectoria por motivos evidentes. El uso de los letreros y del texto impreso es continuo, con diferentes tipografías, utilizando titulares de los periódicos, los anuncios en la calle, los carteles y neones, entre otros. Cualquier recurso que refuerce el mensaje de la imagen. Imágenes expresivas ayudadas de una iluminación contrastada y de grandes interpretaciones, en especial la del actor protagonista, Ivor Novello. Resulta destacable el momento en el que el techo desaparece y nos permite ver lo que ocurre en el piso de arriba, donde está el sospechoso paseando; es una manera de que sepamos que sus pasos se están escuchando por las personas que se encuentran debajo.

Por primera vez el director trata el tema del “falso culpable”, una primera aproximación donde ya se observan los elementos que se repetirán en futuras películas, donde se aborda el argumento y los personajes desde un punto de vista más cercano (nada de conspiraciones internacionales), donde el misterioso inquilino es víctima de los celos de un policía enamorado y de la suspicacia de unos caseros y padres preocupados. Este personaje se descubre a lo largo del film como un hombre inocente, en el más amplio sentido de la palabra, parece hasta un hombre bueno, aunque al final no queda totalmente claro si oculta algo más detrás de su comportamiento. Como curiosidad esa escena casi al final de la película donde al bajarle de la verja donde ha quedado atrapado se reproduce la escena del descendimiento de Cristo de la cruz. Y es que Hitchcock nunca tuvo miedo a copiar a otros ni a sí mismo, ni complejo de que se notara. Este mismo argumento de hombre acusado injustamente y perseguido por un crimen que no ha cometido se repite en Los 39 escalones, Inocencia y juventud, la llamada (precisamente) Falso culpable o una de sus obras maestras, Con la muerte en los talones. Hoy se criticaría que un director de prestigio reprodujera de la misma idea película tras película. Sin embargo, todos aprendemos a través del ensayo y error, incluso uno de los mejores directores de cine.

En The Lodger se puede vislumbrar lo que Alfred Hitchcock llegaría a ser en el futuro. Un enorme talento que deslumbrará al mundo película tras película, que había encontrado en el cine de suspense el entorno ideal para desarrollar sus obsesiones y su genialidad. Un maestro que se ganó desde este film los aplausos del público y el reconocimiento de la crítica.

María

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