lunes, 23 de octubre de 2017

"The Wild Bunch": ¿Poética de la violencia y encumbramiento de la amistad?

Nos encontramos ante una ensalzada película, sino la más alabada, de Sam Peckinpah. De ella, han destacado principalmente su esteticismo en la violencia y su absoluta defensa del valor de la amistad. Cuentan que tuvo problemas para su estreno, pues nunca se había filmado la violencia con esa cámara lenta, recreándo los impactos, repetidos una y otra vez, en miles de cuerpos tiroteados. Y también son muchos los maravillados por esa escena final, la del suicidio colectivo en pos del compañero torturado, dejando atrás su único motivo de vida, el dinero.

Con estas expectativas visioné la peli, y me encontré con una muy bien narrada peli de acción, de argumento muy sencillo: asalto al banco, asalto al tren y asalto al poblado fortificado. Todo ello con el único objetivo de conseguir una renta suficiente para, retirarse unos de la agitada vida de bandidos o correrse unas grandes juergas y volver de nuevo a empezar.

Yo eché en falta la profundidad de los personajes. En Duelo en la alta sierra presentan una evolución, mientras que aquí son monolíticos. Tan solo Robert Ryan, el colega traicionado, que les persigue inmisericordemente, con una contradictoria sensación de admiración y odio, tiene una complejidad en su personaje. No llegamos a saber si su motivo para la caza es tan solo de orden práctico, que le sea perdonado la pena de cárcel; o más bien es de índole personal, Pike Bishop le falló en una aventura amorosa y por ello fue detenido. Y qué decir de cómo queda sin sentido su vida, una vez que han muerto sus excolegas: se sienta ante el lugar de la masacre y asiste, pasivamente, a la acción de los buitres. Tanto los animales comiendo la abundante carne disponible, como los humanos despojando a los cadáveres de todo lo material que pueda tener algún valor. Y estos últimos… ¡han sido sus compañeros de viaje! Con ellos ha conseguido extinguir la vida de su vieja banda. Sus queridos e iguales compañeros. Sí, los que han transitado fuera de la ley, pero bajo unos valores de compañerismo y de supeditación al interés del grupo. Y en frente, y él con ellos, los agentes de la ley: bien los inútiles militares, bien los malhechores contratados por la Justicia, que únicamente saben de la rapiña. ¿Con quién podemos identificarnos los espectadores?

Yo eché en falta el realismo de la violencia, tal y como se siente en Perros de paja. Sí reconozco su esteticismo, pero me faltó su dolor. Quizá los bandidos tengan muy claro su pacto con la muerte. Pero esa ingente cantidad de mexicanos que insensiblemente van cayendo uno tras otro…. Quizá esta insensibilidad esté bien explicada en la escena del asalto al banco, tan llena de tanta mala leche, en la que el “ejército” de las buenas costumbres entona sus cánticos y son acribillados, utilizados como escudos humanos en el enfrentamiento entre las dos bandas. Y vemos como, con la calle llena de cadáveres de bienintencionados ciudadanos, los niños recrean despreocupadamente la escena vivida, jugando a policías y ladrones.

Yo eché en falta una poética en las miradas y quizá también en los comportamientos, tal y como sí que sentí en Pat Garret y Billy el Niño. Tan solo veo un grupo perfectamente organizado, donde cada uno de los componentes tienen muy claro que toda acción tiene por fin único el éxito de la misión: obtener el botín. No importa cuántos de ellos caigan, no hay problema con matar al compañero como si no fuera más que un caballo con la pata quebrada, no pasa nada por dejar que los perseguidores se ensañen con el viejo del propio grupo, a fin de poder escapar los demás. La poética de la amistad que se asocia a esa famosa última escena, yo no la veo más que como un suicidio sin sentido. Siempre fueron prácticos, pero en ese momento se les fue la cabeza, quizá ante tanto tiro y tanto caminar por el límite de la muerte, ebrios de poder, decidieron, sin pensárselo, ir al encuentro de la muerte y descansar en esa carrera sin límite. No veo la amistad por salvar a su compañero Ángel, el único cuyo motivo del asalto al tren es dotar de armas a su pueblo machacado por las facciones de mexicanos borrachos de poder.

Y mientras espero con gran curiosidad al Peckinpah que echará mano del humor en La balada de Cable Hogue, permanece en mi, mágica y evocadora, la potente primera imagen de Grupo salvaje. Ese escorpión, lleno de veneno que mata, asaltado por una ingente cantidad de hormigas, que le imposibilitan toda opción de respuesta.

Terezalo

domingo, 22 de octubre de 2017

"The Wild Bunch": La ley siempre gana

Grupo salvaje: no se puede elegir mejor título para este western que comienza haciendo una minuciosa presentación de los integrantes del grupo de forajidos congelándolos a negro, mientras un grupo de niños torturan a un escorpión, la violencia se muestra como un juego del que hay que reirse los niños juegan entre la muerte mezclándose con todo tipo de violencia como parte de su aprendizaje, así es la vida en el lejano oeste, pecado y virtud, y así de cruda la muestra Peckinpah, con una acción trepidante que no da tregua al espectador a relajarse, de vez en cuando introduce remansos de paz en forma de infinitos paisajes con fotografía muy cuidada y localizaciones que situan la acción de una forma muy descriptiva, o en forma de diálogos llenos de reflexiones mas propias de una escuela sofista que de una banda de forajidos, cuya única aspiración en la vida es la de dar el gran golpe que les permita retirarse al otro lado de la frontera, al sur. Mientras en el sur se lucha día a día por sobrevivir al hambre y la miseria que les acosa, a las revoluciones de militares corruptos pagados con dinero extranjero, como Mapache, y a los gringos, como antes sobrevivieron los indios del sur a los sioux.

Al otro lado de la frontera los forajidos son considerados héroes, la frontera limpia el honor y los crímenes, Pike, Dutch, Ángel y el resto de la banda son los héroes de los campesinos y a ellos confían su suerte.


No aparece ningún papel femenino destacable, la mujer sólo puede ser puta o madre y en ocasiones las dos cosas, pero siempre en un segndo lugar, marcando el trágico destino de los personajes sin apenas pretenderlo; en muchos planos fijos es la atracción de la cámara que busca enfatizar la pobreza mas desgarradora y en ocasiones busca la ternura, con escenas en que los niños quitan el protagonismo a los mayores; aparecen además una multitud de personajes anónimos que ayudan a componer una socidad que vive en la miseria, comparándola con la opulencia y la modernidad en la que viven los militares que los esclavizan y protituyen.

El director hace un retrato completo de la sociedad mejicana con sus luces y sus sombras ayudado por una banda sonora elegida con mucho acierto para la ocasión, que enfatiza la tristeza o la alegría según lo requiere el desarrollo del guión. Se puede destacar la habanera la golondrina despidiendo a los héroes.

La exaltación de la amistad y la lealtad, temas recurrentes de Pekinpah, en esta ocasión también son elegidas como gran final que arrasan con todos los personajes. Why not? (¿por qué no?) La frase repetida una y otra vez, empuja a la banda a salir a la arena como los gladiadores después de haber disfrutado de los placeres carnales, y en la arena sólo puede quedar uno.

Los cadáveres serán despedazados por los buitres y los cazarecompensas que trabajan en equipo. Y como colofón y redondeando una película tan aplaudida por sus acierto, premio para  el forajido arrepentido y colaborador, aunque sea a la fuerza: su libertad. La ley siempre gana.

María José Rojo

lunes, 9 de octubre de 2017

"The Wild Bunch": Peckinpah a vista de pájaro

¿Es The Wild Bunch (1969) una película con moraleja? Supongo que no se puede decir tal cosa. No hay nada más lejano a la poética peckinpahiana que catequizar a los espectadores. Sin embargo, a toro pasado, uno se da cuenta de que el cineasta deja caer muchas insinuaciones que se podrían calificar de antropológicas y que darían lugar a varias lecturas.

En primer lugar, hay una confrontación entre el personaje mexicano, Ángel, y los gringos. Así, cuando, al cruzar el río Grande, Ángel dice en español "México lindo", el personaje interpretado por Warren Oates (actor fectiche y alter ego del director) responde "No veo nada de lindo en él, es igual que el resto de Texas". La lectura sería que, mientras el mexicano siente apego por su tierra, los gringos van a donde les pagan. Pero esta lectura no quedaría ahí, porque, según avanza la película, vemos que Ángel no es un mexicano cualquiera. Conserva su lengua, cultura, creencias y amor a la tierra. Es un indio, lo cual lo opone no solo a los gringos sino también a los mestizos que en teoría son sus compatriotas. Da la sensación de que Peckinpah se identifica con los gringos y con los indios pero no con los mestizos y mucho menos con los antivillistas. Así, en un momento el personaje encanado por William Holden dice en un inesperado discurso político algo así como que el mexicano es un pueblo bravo, que guiado por la gente adecuada podría tener mucho futuro.


Da la sensación de que Peckinpah mira a sus personajes a vista de pájaro, como un dios, o, mejor dicho, como un entomólogo, como esos niños que al principio de la película disfrutan torturando escorpiones. Y esto, dejando al lado cuestiones de fondo, está muy patente en la forma de la película. En este sentido, cabe destacar el último plano, en que una grúa nos muestra en picado el futuro o, mejor dicho, la ausencia de él que espera a estos buscadores de fortuna de uno y otro bando que al final deciden juntarse para seguir buscando aventuras, tal vez las últimas de este oeste al que acaba de llegar al automóvil (de nuevo un  momento histórico que aparece en muchas películas del director).

Jesús de la Vega

lunes, 2 de octubre de 2017

"Duelo en la alta sierra": Duelo en la sesera

Esta crítica arrancaba con un título muy claro que sintetizaba sugerentemente el posterior discurso del contenido. “Una malvada mirada, una galopada irrefrenable y una pacífica muerte violenta” iba a ser el resultado de lo sentido en el visionado y lo nacido de la grata conversación sobre la peli. Iban surgiendo temas e ideas, que en apariencia iban organizándose en la cabeza.

En estas, llegó mi viejo amigo, con su largo nombre “Picomásaltodeloqueestoydispuestoatrabajar” y se apuntó a emprender este viaje. Íbamos hacia el mismo destino… pero nos enfrentaban contrarias capacidades. Uno quería reflejar de forma organizada tantas ideas; y el otro hacía presente la indisciplina y ponía en práctica lo contrario a la primera enseñanza que se comunicó en este taller: “antes que nada, hacer un esquema de la crítica.

Y lo que comenzó con el objetivo de construir una compleja crítica con varios temas entrelazados, se ha transformado en el indigno desfallecimiento anímico de estructurar la riqueza de lo sentido. Es el caso contrario al de la película, en la que la misión va a verse elevada desde el objetivo de trasladar, a prueba de robos y tentaciones, un cargamento de oro por el inhóspito y salvaje Oeste, a la muy digna de proteger al ser indefenso, la mujer en el Oeste.


Tal y como Gil Westrum, “el viejo malo”, dice a su pupilo “el oro está donde lo encuentras”. Y así asistimos a una digna transformación de los personajes centrales, simbolizada en una imagen repetida en la película. La mula con la carga de oro permanece abandonada, mientras el conflicto se desarrolla a tiro limpio para resolver quien se queda con la mujer.

Así, Gil, que ha desvelado su juego de traicionar a su viejo amigo, y por ello ha sido detenido, desarmado y descabalgado por el viejo sheriff, cuando tiene la ocasión de recuperar el oro, lo que hará será, llevado por una rocosa amistad, aunque sometida a tentación, lanzarse a pecho descubierto al rescate de su viejo amigo, e incluso a concluir la misión él mismo.

El jovenzuelo, que comienza siendo un arrogante y ligero personaje, tal y como dice el padre de la chica “es como una calabaza seca llena de semillas”, terminará actuando como un arriesgado y valiente defensor del comprometido amor que siente por la chica y como un absoluto respetuoso por la experiencia de la vejez.

Steve Judd, “el viejo bueno”, siempre dando preminencia a la palabra dada y a la ley, incluso perdiendo por ello a sus seres queridos, sentirá como más importante, dar protección a la chica. Ella es el único ser en la peli que no sabe defenderse por sí misma y la única que declara que la vida es compleja, que no todo es blanco o negro, como le repite continuamente su padre, como encarnan en sus actos todos los personajes de la película. Y Steve Judd, en ese giro que da a su motor de vida, se lanza a pecho descubierto a la muerte. Una muerte que algunos llaman digna. Quizá lo digno más bien haya sido toda su vida, y su muerte no sea más que un necesario encuentro ante su imposibilidad de vivir con sus sólidos principios en el Salvaje Oeste.

Y en el debe de esta fallida crítica, quedan unos cuantos temas: ese guardia urbano civilizando un desbocado mundo. También el enfrentamiento entre la juventud, arrogancia plena de energía, y la achacosa vejez, llena de experiencia conocedora. La rocosa inflexibilidad abocada al fracaso de dos personajes de suma bondad: uno el padre de la chica, que ha cortado toda relación con un mundo en el que solo ve maldad, teniendo encerrada a su hija; y el otro, Steve Judd, que intenta vivir en el mundo tal y como es, pero manteniendo sus principios, pese a no obtener más que fracasos ante la incompatibilidad de ambos polos. La amistad que une a Steve y a Gil, hecha de todos los sinsabores que han vivido juntos y de su compartir una vejez que les va minando lo que ha sido toda su vida; una amistad que se tambalea ante la humana necesidad de resarcirse de una vida tan escorzada y sin recompensa alguna. Una malvada mirada que define perfectamente el salvajismo del Oeste. Se la echan dos hermanos Stanton, cuando llega la novia de un tercer hermano, y entre ambos, sin palabra alguna mediante, sólo con sus ojos, acuerdan compartir entre los cinco el cuerpo de la futura esposa de uno de ellos.

Gonzalo Escudero