jueves, 19 de noviembre de 2015

"Lost Highway": Estremecedora comodidad

Al igual que Le locateur (El quimérico inquilino, 1976) de Roman Polanski, Lost Highway (Carretera perdida, 1997) de David Lynch es un círculo, un bucle, con referencias muy claras a dos películas que también son citadas en otros films de David Lynch.

La primera de ellas es Sunrise (Amanecer, 1927) de Murnau, con su dicotomía entre la rubia angelical y la morena sensual y diabólica. Esta dicotomía está en todas las películas más personales de Lynch, es decir, todas las que hemos visto en el ciclo: Eraserhead, Blue Velvet y la próxima que veremos, Mulholland Dr.


La segunda referencia, esta más explícita, es a Vertigo (De entre los muertos, 1958) de Hitchcock, también citada en varias ocasiones en Blue Velvet, pero en este caso no solo tenemos a una mujer desdoblada en rubia y morena, sino que también tenemos a un hombre desdoblado. Si, según Jesús González Requena, Vertigo es el ejemplo arquetípico del cine manierista, en el que ya no hay un héroe, sino un paranoico castrado, el cine de Lynch se revela como postclásico pues ya no solo tenemos un protagonista con desoblamiento de personalidad sino también una heroína en la misma situación.

Esta película es tal vez la que más me inquieta de todas las de Lynch, ya que trata los mismos temas que, digamos, en Blue Velvet, solo que reduciéndolos al tema de la pareja y la casa, de lo doméstico, lo cual convierte su tema en más siniestro todavía de puro familiar dentro de una  filmografía ya de por sí enigmática e inquietante. "Home, Sweet Home", reza un famoso proverbio anglosajón, pero en este caso se nos muestra la comodidad del hogar como la fuente de las más oscuras pesadillas.

En mi opinión, la secuancia más desasosegante de la película (más que escenas de sexo bastante explícito o de violencia gore) es cuando el personaje encarnado por Bill Pullman se introduce en un pasillo oscuro de su confortable y segura casa para regresar y matar a su esposa, a lo que seguiría el desdoblamiento. Me cuesta explicar qué es lo que me desasosiega tanto de esta secuencia, pero sin duda habla de algo muy oscuro que está, de seguro, dentro de todos nosotros, y por eso nos inquieta y nos estremece.

Jesús de la Vega

viernes, 13 de noviembre de 2015

"Blue Velvet": Oposición entre ser y parecer

¡Se abre el telón! Un telón tejido de un tupido terciopelo azul, y tras él aparece la ideal ciudad de Lumbertown. En ella todo es perfecto, de color de rosas. Pero a medida que va desarrollándose la acción, el protagonista, Jeffrey, va sumergiéndose en un mundo sórdido que le va atrapando. Es esta estructura de contrarios lo que más llama la atención en la película. Nada es normal en el film, ni el mundo ideal al cual creo que Lynch ridiculiza, ni el mundo de la locura, lleno de mal.


Para esta ridiculización, en uno de los momentos de mayor crueldad, vemos una escena muy del estilo Lynch, totalmente surrealista, en la que en un burdel habitado por gruesas meretrices y regentado por Dean Stockwell suena la canción “In Dreams” de Roy Orbison. El dueño comienza a hacer un play-back, mientras Frank, el proxeneta y contrapunto de Jeffrey, se emociona con la balada. Esta música romanticona ambienta una escena hilarante en la que el loco Frank y el proxeneta Dean descargan una lluvia de golpes sobre Jeffrey.

Después de toda una sesión de desvaríos se cerrará el tupido telón de terciopelo azul y no creo que lo que propone Lynch, la dualidad entre ser y parecer, sea algo veraz. Aunque en la película sí queda clara la idea en el caso del proceso evolutivo del protagonista.

Teresa Pozo

sábado, 7 de noviembre de 2015

Crítica de "Eraserhead"

Película espantosa, desasosegante, terrorífica, críptica, pero sobre todo repulsiva. Si no tuviera que escribir sobre ella, no la habría aguantado. Confieso que lo poco que he entendido puede ser debido a la falta de atención provocada por el asco de sus imágenes, las cuales dirigían mi mirada hacia otro lado. No sé si David Lynch tenía alguna pretensión o simplemente que no debe ser nada fácil buscar nuevas formas de hacer cine.



La repetición constante de la imagen de espermatozoides aplastados, junto con la del bebé monstruoso convertido en goma de borrar, hacen pensar en la idea de que no hay futuro para la especia humana. Nihilismo puro.

Ah, se me olvidaba un comentario muy frívolo: el peinado de Jack Nance es muy parecido al de David Lynch, algo tendrá que ver.

Teresa Pozo

viernes, 6 de noviembre de 2015

"Blue Velvet": Terrorífica fascinación

¿Qué decir de “Blue Velvet”? Me resulta casi imposible escribir una crítica de esta película tan inquietante a la vez que fascinadora. Todo en ella es tan excesivo y a la vez tan cercano a nosotros que duele, a la vez que no podemos dejar de fijar nuestros ojos en la pantalla. Esta fábula sobre el poder, la violencia y el deseo, pese a ser estrenada en 1986 ya se ha convertido en un clásico con una legión de seguidores.


Al igual que había pasado con “Eraserhead”, la secuencia inicial de “Blue Velvet” es clave, toda una declaración de intenciones. La tesis es: ¿Qué se esconde debajo de la aparente normalidad de una pequeña ciudad provinciana cualquiera de los Estados Unidos? Lo aparentemente idílico y perfecto esconde la mayor de las podredumbres, algo que por otro lado, es muy natural. Debajo de la verde hierba de un jardín de clase media hay toda suerte de insectos procesando la podredumbre. Y, según avanza la película, vemos que esta tesis es potentemente política, pues descubrimos que probablemente todo el departamento de policía de la ciudad está implicado en un caso de corrupción y drogas.

¿Qué busca el personaje interpretado por Ian McLahlan? Se trata de un voyeur, a la vez que de una persona normal, media, cumplidora de las normas, que de repente decide pasarse al otro lado, movido simplemente por la curiosidad de unos personajes que le fascinan.

Blue Velvet resulta muy inquietante dentro de la normalidad. Al contrario que en “Eraserhead”, donde vemos personajes deformes e imágenes oníricas, todo el “Blue Velvet” es de gran realismo, pero a la vez se da pie a situaciones forzadísimas, como en la escena del bar, con un Dennis Hopper sobreactuado pero genial.

Jesús de la Vega