lunes, 2 de octubre de 2017

"Duelo en la alta sierra": Duelo en la sesera

Esta crítica arrancaba con un título muy claro que sintetizaba sugerentemente el posterior discurso del contenido. “Una malvada mirada, una galopada irrefrenable y una pacífica muerte violenta” iba a ser el resultado de lo sentido en el visionado y lo nacido de la grata conversación sobre la peli. Iban surgiendo temas e ideas, que en apariencia iban organizándose en la cabeza.

En estas, llegó mi viejo amigo, con su largo nombre “Picomásaltodeloqueestoydispuestoatrabajar” y se apuntó a emprender este viaje. Íbamos hacia el mismo destino… pero nos enfrentaban contrarias capacidades. Uno quería reflejar de forma organizada tantas ideas; y el otro hacía presente la indisciplina y ponía en práctica lo contrario a la primera enseñanza que se comunicó en este taller: “antes que nada, hacer un esquema de la crítica.

Y lo que comenzó con el objetivo de construir una compleja crítica con varios temas entrelazados, se ha transformado en el indigno desfallecimiento anímico de estructurar la riqueza de lo sentido. Es el caso contrario al de la película, en la que la misión va a verse elevada desde el objetivo de trasladar, a prueba de robos y tentaciones, un cargamento de oro por el inhóspito y salvaje Oeste, a la muy digna de proteger al ser indefenso, la mujer en el Oeste.


Tal y como Gil Westrum, “el viejo malo”, dice a su pupilo “el oro está donde lo encuentras”. Y así asistimos a una digna transformación de los personajes centrales, simbolizada en una imagen repetida en la película. La mula con la carga de oro permanece abandonada, mientras el conflicto se desarrolla a tiro limpio para resolver quien se queda con la mujer.

Así, Gil, que ha desvelado su juego de traicionar a su viejo amigo, y por ello ha sido detenido, desarmado y descabalgado por el viejo sheriff, cuando tiene la ocasión de recuperar el oro, lo que hará será, llevado por una rocosa amistad, aunque sometida a tentación, lanzarse a pecho descubierto al rescate de su viejo amigo, e incluso a concluir la misión él mismo.

El jovenzuelo, que comienza siendo un arrogante y ligero personaje, tal y como dice el padre de la chica “es como una calabaza seca llena de semillas”, terminará actuando como un arriesgado y valiente defensor del comprometido amor que siente por la chica y como un absoluto respetuoso por la experiencia de la vejez.

Steve Judd, “el viejo bueno”, siempre dando preminencia a la palabra dada y a la ley, incluso perdiendo por ello a sus seres queridos, sentirá como más importante, dar protección a la chica. Ella es el único ser en la peli que no sabe defenderse por sí misma y la única que declara que la vida es compleja, que no todo es blanco o negro, como le repite continuamente su padre, como encarnan en sus actos todos los personajes de la película. Y Steve Judd, en ese giro que da a su motor de vida, se lanza a pecho descubierto a la muerte. Una muerte que algunos llaman digna. Quizá lo digno más bien haya sido toda su vida, y su muerte no sea más que un necesario encuentro ante su imposibilidad de vivir con sus sólidos principios en el Salvaje Oeste.

Y en el debe de esta fallida crítica, quedan unos cuantos temas: ese guardia urbano civilizando un desbocado mundo. También el enfrentamiento entre la juventud, arrogancia plena de energía, y la achacosa vejez, llena de experiencia conocedora. La rocosa inflexibilidad abocada al fracaso de dos personajes de suma bondad: uno el padre de la chica, que ha cortado toda relación con un mundo en el que solo ve maldad, teniendo encerrada a su hija; y el otro, Steve Judd, que intenta vivir en el mundo tal y como es, pero manteniendo sus principios, pese a no obtener más que fracasos ante la incompatibilidad de ambos polos. La amistad que une a Steve y a Gil, hecha de todos los sinsabores que han vivido juntos y de su compartir una vejez que les va minando lo que ha sido toda su vida; una amistad que se tambalea ante la humana necesidad de resarcirse de una vida tan escorzada y sin recompensa alguna. Una malvada mirada que define perfectamente el salvajismo del Oeste. Se la echan dos hermanos Stanton, cuando llega la novia de un tercer hermano, y entre ambos, sin palabra alguna mediante, sólo con sus ojos, acuerdan compartir entre los cinco el cuerpo de la futura esposa de uno de ellos.

Gonzalo Escudero

No hay comentarios:

Publicar un comentario