lunes, 25 de enero de 2016

"Memorias del subdesarrollo": ¿Cabe la crítica en un régimen autoritario?

Hoy os quiero hablar, qué casualidad, de esta película de Tomás Gutiérrez Alea. Este film presenta algunos logros geniales, así como también algunos aspectos problemáticos. En el primer epígrafe incluiría su hechura, hecha de costuras, mezcla de material de ficción con documental, lo que da lugar a una película híbrida. En este aspecto, el film se adelantó a su tiempo. Por otro lado, habría que hablar de la combinación de sonidos de distinta procedencia (pese a que en algunas partes parece haber alguna deficiencia en la toma de sonido directo en mono) para armar una banda sonora de lo más complejo que aúna sonido directo con doblaje. Y en tercer lugar, cabría tratar el uso de la cámara subjetiva, que da un gran realismo y sinceridad a la cinta. El trabajo de los actores también coadyuva en esta dirección, como cuando la actriz que encarna a Elena dice tres veces “Estás loco” con distinto tono.

¿Estás loco?

En este sentido, es interesante notar que Alea utiliza la misma grabación de audio dos veces: primero como recuerdo del protagonista del cual únicamente tenemos la banda de sonido y después, también como recuerdo, pero ya con sonido e imagen. La afirmación del protagonista (“estás siendo grabada”) pasa a referirse, por la magia sinestética del cine, de la grabadora de audio a la cámara de cine, que se torna presente al acercarse muchísimo al rostro de la actriz, que grita (además, esta secuencia es la única en la que vemos a la esposa del protagonista, que en el tiempo diegético del film se encuentra ya en Miami).

Los aspectos problemáticos los encuentro más en la lectura política del film. No sé si el protagonista de la cinta encarna la voz del director, pero me da esa impresión: él expresa las dudas del director sobre el propio régimen castrista en el que se enmarca, pues se permite hacer varias veladas e indirectas críticas al sistema, en especial la del uso de viejas formas culturales imperialistas como la mesa redonda entre intelectuales profesionales (interesante reflexión, aunque no sé si personalmente quisiera que desapareciera esta forma de cultura) y la de la justicia anticuada para tratar temas como la libertad sexual (de la que Alez mucho más tarde hablaría en Fresa y chocolate).

Cuando Sergio es abandonado por su esposa y todos los "amigos" de su clase, que huyen al paraíso yanqui, él se queda solo pero no porque crea en el sueño castrista, sino por saber qué va a pasar luego (eso, al menos, dice) y, en última instancia, lo único que desea es que le dejen solo con su cultura elitista y las rentas de una situación acomodada procedente del antiguo régimen.

Todo esto me lleva, dando un pasito más hacia delante, a otra reflexión, y es la de si cabe un cine crítico o no complaciente en un régimen autoritario como el de Cuba. Algo similar pensé cuando vi La bicicleta verde (Haifaa Al-Mansur, 2012), una producción de Arabia Saudí en la que se hace una muy velada y tímida crítica al propio sistema que está enriqueciéndose con las divisas que produce la película. ¿No será todo esto una manera de lavarse la cara hacia el exterior?

Dando, todavía, otro paso, hasta qué punto es correcto, satisfactorio o deseable el concepto de cierto tipo de cine, o de arte, ligado al mundo capitalista occidental, en el que el mayor valor de la obra es que sea crítica con el status quo político de un lugar y en el tiempo actual, y qué pasaría si se alcanzase la sociedad perfecta, si es que tal cosa pudiera existir. ¿Aparecerían otros cineastas disidentes? La historia de la Unión Soviética parece haberlo demostrado así.

Jesús de la Vega

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